Organizaciones de Haití, Panamá y República Dominicana
Elevamos nuestra más enérgica protesta contra la iniciativa de los presidentes de la República Dominicana, Panamá y Costa Rica, quienes durante una cumbre en Puerto Plata, República Dominicana, el 11 de diciembre llamaron a prorrogar y ampliar el mandato de la ONU en Haití. Más allá del lenguaje diplomático utilizado, esto abriría las puertas al envío de una nueva misión de cascos azules a Haití.
Estos tres gobiernos se han caracterizado por su sumisión ante los EEUU y por llevar a cabo políticas privatizadoras y de restricción de los derechos democráticos de sus propios pueblos. También han implementado políticas contra los migrantes haitianos en sus países, por lo que evidentemente no hablan ni actúan en aras de la solidaridad con Haití.
Proclamamos alto y claro y con la más enérgica convicción que, en lo que respecta a Haití, Estados Unidos, la ONU, la OEA, el FMI y otros son parte del problema y no de la solución. Para aclarar nuestra posición, repasemos la tumultuosa historia de las relaciones entre Haití y las potencias imperialistas, particularmente Estados Unidos, que comparte con Haití el privilegio de ser las dos primeras naciones independientes de América.
El 1 de enero de 1804, Haití, un país de negros, obtuvo su independencia, veintiocho años después que Estados Unidos, un país de blancos europeos. La buena vecindad, la ayuda mutua, la solidaridad y la reciprocidad nunca existieron entre los dos países. Desde el principio, la relación ha estado manchada por la hipocresía, la traición, la intimidación y la dominación. Por ejemplo, a pesar de que los esclavos insurgentes haitianos lucharon en Savannah, Georgia, para ayudar a los patriotas estadounidenses en su guerra de independencia, el gobierno de Estados Unidos no reconoció la independencia de Haití hasta 1862; cincuenta y ocho años después.
Pocos años después de la proclamación de la independencia de Haití, Francia volvió a intimidar a la joven república, con la complicidad tácita de su vecino estadounidense, para extorsionar ciento cincuenta millones de francos oro como compensación por la pérdida de la colonia. Esto se llamó la deuda de la independencia. Esta enorme suma, que hoy equivale a unos 28,000 millones de dólares según los cálculos del economista francés Thomas Piketty, contribuyó a frustrar el crecimiento de la economía de la primitiva nación de Haití, aniquilando sus esfuerzos de desarrollo. Para pagar esta ignominiosa deuda, Haití tuvo que recurrir a préstamos, que no pagó hasta mediados del siglo XX.
En diciembre de 1914, los marines estadounidenses entraron en el Banco Central de Haití y dilapidaron las reservas de oro del Estado haitiano por valor de quinientos mil dólares. Seis meses después, el 28 de julio de 1915, trescientos soldados desembarcaron para ocupar el país hasta 1934.
El balance catastrófico de esta ocupación es extensísimo. Además de las masacres de campesinos que se resistían a la invasión, y de los asesinatos de valientes líderes patrióticos como Charlemagne Péralte y Benoit Batraville, de vetar de la presidencia del país al valiente médico Rosalvo Bobo, de la masacre de Marchaterre en el sur, los ocupantes desarticularon la economía del país para establecer su dominio. Se hicieron con el control de las aduanas y monopolizaron las finanzas. Al mismo tiempo, ocuparon la República Dominicana, donde también realizaron una brutal represión pero realizaron muchas más inversiones que en Haití y la ocupación fue más corta.
Al dejar el país bajo la presión de la movilización popular, los ocupantes crearon y dejaron en su lugar una fuerza armada represiva, entrenada para obedecer sus dictados. Esta banda de brutos nunca ha servido al país de ninguna manera. Su principal tarea ha sido reprimir las manifestaciones populares y ejecutar golpes de Estado por orden de Washington, creando una situación más desestabilizadora en el país que antes de la intervención.
Todavía impulsado por la irreprimible necesidad de interferir para evitar que esos negros arreglaran sus asuntos entre ellos, Estados Unidos alentó a los habitantes de Oriente Medio a venir y establecerse en Haití para continuar el saqueo colonial, ofreciéndoles la ciudadanía estadounidense. Así, la economía haitiana desde mediados del siglo XX hasta la actualidad se concentra en manos de unas pocas familias con nombres exóticos.
En la misma línea, ayudaron a la tristemente célebre dictadura de Duvalier a afianzarse de forma duradera, infiltrándose en los movimientos de oposición al dictador a través de sus servicios de inteligencia. La burguesía imperialista aprovechó para reforzar su control sobre la sociedad haitiana a través de las iglesias, especialmente las misiones religiosas protestantes.
Cuando el pueblo haitiano derrocó la dictadura en la madrugada del 7 de febrero de 1986, el imperialismo ya había procedido a sustituir al dictador por una junta cívicomilitar a su servicio. Y cuando el 29 de noviembre de 1987 los votantes hicieron cola en el patio del colegio electoral de la calle Vaillant, queriendo ejercer su derecho al voto tras décadas de dictadura, fueron masacrados sin piedad. Nadie fue detenido, ni siquiera molestado. La justicia estuvo ausente. Esta es la firma de los crímenes patrocinados por Estados Unidos.
Tres años después, el pueblo volvió a imponer al sacerdote Jean Bertrand Aristide como presidente de Haití. Ante la determinación de la mayoría de la población, los imperialistas no pudieron hacer nada. Siete meses después de la toma de posesión, el ejército, la burguesía y la CIA dieron un sangriento golpe de Estado que se llevó a la tumba a cinco mil víctimas y obligó a la mayoría de los militantes de la causa popular a exiliarse.
Aquella vez, la resistencia popular obligó al imperialismo a dar una salida a los golpistas y a devolver a Aristide al poder después de tres años de evasivas, negociaciones y limpieza política dirigida contra los izquierdistas de a pie. Fue entonces cuando, debido a una capitulación de Aristide, se introdujeron en Haití las organizaciones del imperialismo; la OEA y la ONU en particular, y se profundizaron políticas que destruyeron la producción agrícola.
La OEA está especializada en la organización de chanchullos electorales y la ONU se ocupa imponer los proyectos del imperialismo. ¿Es necesario recordar que la OEA intervino groseramente en los resultados de las elecciones de 2010 para facilitar la llegada al poder de esta maloliente camarilla que el New York Times señala ahora como asesina, narcotraficante y corrupta?
El historial de la ONU en Haití no es mejor. Desde las primeras misiones de la ONU en Haití (Manuh, Minuha, Mipronu) hasta las últimas (Minustah, Minujust, Binuh) la situación de seguridad no ha hecho más que deteriorarse. Se calcula que actualmente hay quinientas mil armas ilegales en circulación en el país. Este fenómeno comenzó en 1994 con la práctica de que las patrullas de la ONU se paseasen casualmente por las barriadas e informasen de que les habían robado las armas. Los soldados de las misiones de la ONU se han comportado de forma racista con la población de las barriadas. Violando a niños y niñas. Lamentablemente gobiernos autodenominados progresistas de Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Ecuador, Bolivia y El Salvador aportaron tropas para la Minustah entre 2004 y 2017. La actual directora del Binuh, la estadounidense Helen Lalime, argumentó públicamente en su informe al Secretario General que la federación de bandas del G9 era algo positivo.
Tras el terremoto de 2010, en un entorno frágil y con desplazamientos masivos de población, el contingente nepalí de la ONU vertió heces infectadas de cólera en un río muy utilizado por la población, el Artibonite. La epidemia mató a más de 80 mil personas y la ONU hizo todo lo posible por encubrir su origen y su responsabilidad, lo que representa un enorme crimen de lesa humanidad. Los dirigentes de la ONU nunca han reconocido ni aceptado la obligación de compensar a las víctimas. Por todas las razones expuestas, y considerando el principio de autodeterminación de los pueblos, de su derecho a decidir su propio destino sin tutelas ni injerencias, rechazamos de plano el planteamiento malintencionado de los gobiernos dominicano, panameño y costarricense. De EEUU, Francia y la ONU lo único que exigimos es el pago de reparaciones por sus crímenes históricos contra Haití.
Proclamamos la libertad del pueblo haitiano para buscar, a través de su propia movilización y de consultas amplias y populares, las vías y los medios para sacar a Haití de este atolladero con la solidaridad y la participación de los pueblos hermanos.
¡Abajo la arrogancia imperialista y de sus secuaces!
¡Viva la solidaridad de los pueblos!
¡Viva el pueblo haitiano!
Organizaciones firmantes
Haití:
Red de Organizaciones Populares de la Zona Oeste-Movimiento Socialista de Trabajadores Haitianos (ROZO-MSTH)
Asociación Cultural de los Jóvenes de Fort-Mercredi (AKJFM)
Asociación Sueño del Pueblo Haitiano (ARPA)
Organización Revolucionaria (ORHA)
Despertar de los habitantes de Grand’Anse para el Desarrollo (REGARD)
Esfuerzo Solidaridad para Construir una Alternativa Nacional Popular (ESKANP)
Antena Obrera
Asociación Monitor Alfa y Participantes de Puerto Príncipe (AMAPP)
Unión Nacional de Normalistas Haitianos (UNNOH)
República Dominicana:
Movimiento Socialista de Trabajadores y Trabajadoras
Militancia Revolucionaria Socialista
Panamá:
Propuesta Socialista
Un comentario en “Rechazamos el llamado de Abinader, Alvarado y Cortizo a profundizar la injerencia de la ONU en Haití”