El imperialismo yanqui y la burguesía nacional: una vieja alianza contra el pueblo dominicano

Cesar Pérez

La historia dominicana ha estado marcada por la injerencia del imperialismo estadounidense desde el siglo XIX. La burguesía dominicana al separarse de Haití procuró la anexión a alguna potencia imperialista, algunas corrientes se inclinaban por la anexión a Francia, otras a España, y otras a EEUU.

En 1854 el general conservador Santana intentó sin éxito la anexión a EEUU. La anexión a España llegó a concretarse posteriormente bajo el liderazgo de Santana, entre 1861 y 1865. Luego el gobierno de Báez, de clara filiación proyanqui, estuvo a punto de lograr la anexión a EEUU, que ya disputaba a los ingleses el rol de principal potencia en el Caribe. Los planes anexionistas de Báez convergían con la capitulación del presidente Ulises Grant al terrorismo blanco del Ku Klux Klan y grupos armados racistas en el sur, luego de la guerra civil y el período de reconstrucción. Grant veía en la anexión de República Dominicana una oportunidad para deportar a una parte de la población negra estadounidense hacia la isla ante el aumento del terrorismo blanco, en vez de proponerse derrotarlo. En 1871 una comisión encabezada por Frederick Douglass estudió la factibilidad de la anexión y se pronunció a favor. El proyecto fracasó al no obtener suficiente apoyo en el Senado yanqui, pero ya incluso había sido aprobado en 1870 por un plebiscito fraudulento de la dictadura baecista. En 1872 se firmó un contrato de arrendamiento de la Bahía de Samaná al gobierno yanqui, aunque con la caída de Báez poco después quedó anulado.

Luego el dictador Ulises Heureaux firmó en 1891 un acuerdo comeecial entreguista con los EEUU e hizo intentos de negociar la anexión. A fines del siglo XIX el imperialismo yanqui interviene en la guerra de independencia cubana y en Puerto Rico para impedir que estos países alcancen la independencia. República Dominicana también fue afectada por esta política de agresión. Ante el endeudamiento de los gobiernos dictatoriales dominicanos, el gobierno imperialista de Teodoro Roosevelt ve la oportunidad en 1905 de tomar el control de las aduanas dominicanas, bajo el pretexto de garantizar el pago de las deudas a las potencias europeas y a los acreedores yanquis, robándose de manera directa el 55% de los ingresos totales y remitiendo el 45% al gobierno dominicano. Se reemplazó el peso dominicano por el dólar estadounidense y en los hechos el país pasó a estar bajo control colonial yanqui. Los opresores continuaron con sus exigencias cada vez mayores en cuanto al control del Estado, incluyendo la de nombrar a un director yanqui de obras públicas y crear una nueva fuerza armada bajo el mando yanqui. En plena primera guerra mundial, los imperialistas ocuparon Haití en 1915 y luego República Dominicana en 1916. La ocupación duró ocho años y fue enfrentada por una tenaz resistencia, a pesar de los brutales crímenes estadounidenses. Se estableció un gobierno militar de ocupación sostenido por los fusiles de los marines. Con la ley de registro de tierras de 1920, se robó tierras campesinas para entregarlas a las empresas azucareras del imperialismo. Los campesinos organizaron guerrillas para combatir a los invasores.

Los yanquis no se conformaron con sus robos y asesinatos masivos, también crearon el tenebroso Cuerpo Nacional de Policía de cuyas filas de torturadores y corruptos saldría el dictador Rafael Leonidas Trujillo, un favorito de los yanquis. En 1922 los yanquis nombraron como presidente provisional a Juan Bautista Vicini, descendiente de italianos y miembro de una de las familias más poderosas de la burguesía que desde entonces hegemonizan el país. Luego, en 1930, el jefe del ejército, Trujillo, se hizo con el poder en el país mediante una elección fraudulenta, imponiendo la dictadura más larga y brutal de la historia dominicana, con el apoyo incondicional de los yanquis.
Trujillo fue un dictador amigo de Franco, de Pérez Jiménez y Perón, furiosamente anticomunista. Durante más de treinta años gobernó a sangre y fuego. En 1937 perpetró un genocidio contra la población haitiana y domínico-haitiana en la frontera. En 1950, Trujillo firmó el acuerdo de asistencia recíproca TIAR promovido por los yanquis, de corte anticomunista. Eventualmente la dictadura trujillista se volvió un problema para los imperialistas que temían la posibilidad de una nueva revolución como la cubana y luego del atentado trujillista contra el presidente venezolano Betancourt, estrecho aliado de los yanquis, vieron a Trujillo como un obstáculo para su política en la región. Por eso apoyaron el atentado mediante el cual Trujillo fue ajusticiado.

Sin embargo el trujillismo no fue liquidado. Juan Bosch, el primer presidente democráticamente electo, aplicó una política de borrón y cuenta nueva que dejó en la impunidad al trujillismo y este sería uno de los elementos que luego posibilitaría el golpe de Estado proyanqui de 1963.
Las elecciones del 20 de diciembre del 1962 llevaron al Partido Revolucionario Dominicano, con un programa socialdemócrata, al poder. El 27 de febrero de 1963 fue juramentado Bosch como presidente.

Una de las medidas adoptadas por Bosch fue la integración de un congreso constituyente para redactar una nueva constitución, del cual resultó la constitución considerada más liberal y democrática en toda nuestra historia republicana. Sectores de la burguesía, así como la Iglesia Católica, una parte del Ejército y el gobierno EEUU, se opusieron a las reformas.
Sin embargo Bosch confió en la institucionalidad burguesa y no tomó ninguna medida para preparar al pueblo para resistir, con lo cual fue rápidamente derrocado por un golpe militar. Asumió el poder un triunvirato golpista encabezado por Enrique Tavarez Espaillat, Ramón Tapia Espinal y Emilio de los Santos.
Desde que el triunvirato asumió el gobierno, hubo protestas orientadas hacia el restablecimiento del gobierno de Bosch. Las medidas represivas y los escándalos de corrupción administrativa estimularon aún más las protestas. Las fuerzas armadas se dividieron. Los militares defensores de la Constitución de 1963, denominados constitucionalistas, encabezados por el coronel Rafael Fernández Domínguez, por una parte, y por otra el bando dictatorial pro-yanqui.

El 24 de abril estalló la revolución, miles colmaron las calles de Santo Domingo, y los militares defensores de constitución de 1963 se apoyaron en la movilización de los estudiantes, obreros, profesionales y mujeres. A pesar de los ataques aéreos de los golpistas, el pueblo armado no se amilanó, demostrando su valentía en los combates callejeros.

Los constitucionalistas en tan solo tres días tenían el control de la situación. Pero el gobierno de los EEUU, que ha sido el mayor enemigo de la democracia y el más grande verdugo de los pueblos latinoamericanos, no podía aceptar que sus golpistas fueran derrotados. Es así como el 28 de abril de 1965 se produce la grotesca invasión por parte del imperialismo yanqui, bajo la cobertura política de las dictaduras latinoamericanas que mayoritariamente integraban la OEA. Cuarenta y dos mil soldados estadounidenses desembarcaron en suelo dominicano para impedir que el pueblo conquistara sus derechos democráticos. Posteriormente se sumaron alrededor de 1500 soldados provistos por las dictaduras proyanquis de la OEA.

Los constitucionalistas se organizaron en comandos, cada uno integrado por un grupo de hombres y mujeres responsables de proteger y defender un área específica. Las mujeres jugaron un papel muy importante, tanto en el combate como en la retaguardia, transportando armas, cuidando a los heridos, decodificando los mensajes, agitando la revolución en programas de radio de la emisora clandestina, Radio constitucionalista, haciendo contactos en el interior del país con combatientes que se sumaban a la lucha en la capital, y como entrenadoras en la Academia Militar 24 de Abril. De igual manera desarrollando tareas educativas y políticas.

Lamentablemente, la superioridad militar yanqui y las vacilaciones políticas de la dirección constitucionalista llevaron a que se firmara un acuerdo por medio del cual el presidente constitucionalista Caamaño cedió el cargo a García Godoy, para que organizara unas nuevas elecciones, y en enero de 1966 aceptó un cargo diplomático en el gobierno interino impuesto por los yanquis. Las elecciones realizadas posteriormente bajo el peso de las botas invasoras, en las cuales las actividades de campaña del PRD eran tiroteadas y reprimidas, llevaron de manera fraudulenta al poder a un repugnante representante del trujillismo, el esbirro Joaquín Balaguer, quien se convertiría por doce años en dictador de la República Dominicana.

Hasta el día de hoy seguimos sufriendo las consecuencias de las invasiones y la injerencia del imperialismo yanqui en nuestro país. La dictadura balaguerista inició en 1968 el esquema de las zonas francas mediante el cual se exonera de impuestos a las transnacionales imperialistas, sobre todo de EEUU, que se instalen en nuestro país para superexplotar la mano de obra local, desprovista de libertad sindical y derechos laborales. Cada año se pierden millones de dólares en impuestos no cobrados a las empresas de las zonas francas. Luego, bajo los gobiernos entreguistas del Partido de la Liberación Dominicana, fundado por Bosch luego de separarse del PRD, hemos padecido los efectos destructivos de un tratado de libre comercio con los EEUU, el DR-CAFTA, en vigor en nuestro país desde 2007. En 2003 el gobierno de Hipólito Mejía, del PRD, humilló al país al enviar tropas dominicanas a apoyar la invasión yanqui de Irak, además apoyó el golpe de Estado proyanqui de 2004 en Haití.

El nuevo gobierno de Abinader, cuyo partido PRM proviene de una división del PRD, ha demostrado nuevamente su subordinación total a EEUU al dar marcha atrás a acuerdos económicos con China para complacer a Trump, asimismo con la aberración de abrir una embajada dominicana en Jerusalén, en abierta agresión contra el pueblo palestino y en apoyo al colonialismo sionista.
En definitiva, nuestra condición de semicolonia subordinada a los EEUU es consecuencia de esa larga historia de intervenciones e injerencias, en la cual el imperialismo ha sido un enemigo implacable del pueblo dominicano. El legado antidemocrático que hoy sufrimos, que se refleja en la ausencia de derechos laborales y libertad sindical, el predominio de partidos políticos burgueses proyanquis en la política nacional, la ausencia de derechos políticos en nuestra limitada democracia burguesa, el racismo institucional radical, el continuo saqueo de nuestros recursos y la superexplotación de nuestra clase trabajadora, todo ello es en gran medida consecuencia de las invasiones y la injerencia estadounidense.

Gran parte de la izquierda dominicana está influenciada por la creencia de que es necesario establecer alianzas de largo plazo con la burguesía nacional, representada por partidos como el PRM. Nosotros creemos que la lucha contra el imperialismo requiere la independencia política de la clase trabajadora y por eso estamos construyendo una organización socialista que se niega a aliarse al PRM o a los demás partidos de la burguesía subordinada al imperialismo. La supuesta burguesía nacional antiimperialista es un mito del estalinismo, en República Dominicana simplemente no existe. La lucha en contra del imperialismo y por liberarnos de nuestra situación semicolonial es una lucha que solo puede librar la clase trabajadora de la mano de sus aliados campesinos y de las comunidades populares urbanas.

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