Abinader se compara con el dictador derechista Balaguer

La Voz de los Trabajadores

Foto: Dania Acevedo

Durante un acto político el viernes 10 de mayo, coincidiendo con el 26 aniversario del fallecimiento del dirigente socialdemócrata José Francisco Peña Gómez, el presidente Luis Abinader se comparó con el dictador Joaquín Balaguer. Abinader reivindicó así a quien además de ser un operador político del imperialismo yanqui y presidente títere durante la tiranía trujillista, también gobernó el país con puño de hierro entre 1966 y 1978, aplicando una política de exterminio contra la juventud de izquierda. Balaguer además perpetró numerosos fraudes electorales, el último de ellos en 1994. Abinader realizó un mítin con las organizaciones de ultraderecha balagueristas PRSC, PRR, PANR y Convergencia Balaguerista, las cuales anunciaron su apoyo electoral a la reelección del presidente. Abinader dijo compartir con Balaguer la idea de que «no hay solución dominicana al problema haitiano», un sonsonete que repite cada vez que puede.

«(N)os une el amor por nuestra patria, y esa defensa se exclama, no solamente desde la frontera con los 54 kilómetros de muro que hemos hecho, sino con la terminación de los 300 que nos falta hacer. Y, sin exceso, pero con la defensa de la dominicanidad», aseguró el presidente, en un confuso discurso en el que dio a entender que ahora pretende cercar prácticamente toda la frontera y no solo 190 kilómetros como estaba previsto originalmente. Salió a relucir nuevamente un ferviente racismo, rasgo central del pensamiento balaguerista. Abinader también dijo sentirse «identificado» con el dictador Balaguer por su predilección por la construcción de obras de infraestructura y por lo que aseguró que eran sus escasos gastos de representación. El dictador Balaguer alegó que la corrupción supuestamente se detenía en la puerta de su despacho, implícitamente reconociendo que encabezaba un gobierno corrupto pero donde para hacer negocios había que salir del despacho. En realidad se caracterizó no solo por favorecer la corrupción «de la puerta para afuera» sino además por un clientelismo brutal. Durante el acto balaguerista y abinaderista se proyectaron videos con declaraciones del dictador, ante los aplausos del presidente y de la asistencia balaguerista, algunas decenas de personas según reseñas de la prensa.

Abinader además firmó un pacto con las organizaciones que defienden la herencia de la dictadura balaguerista. “Reitero mis agradecimientos a estos movimientos de sentimientos balagueristas que nos apoyan. Qué bueno que lo que nos ha hecho coincidir no fueron los discursos de campaña o promesas politiqueras, son los hechos durante cuatro años de gobierno”, insistió el presidente, admitiendo así lo que organizaciones de izquierda como el MST vienen denunciando, precisamente su carácter neotrujillista. Abinader no solo ha dado continuidad a la política de desnacionalización racista de las personas dominicanas de ascendencia haitiana, al robo de las pensiones de los trabajadores cañeros, a políticas antidemocráticas de vigilancia y criminalización de la disidencia como la nueva ley del DNI, además ha impuesto un estado de exepción de hecho con miles de allanamientos sin orden judicial de carácter racista contra personas negras, tanto haitianas como dominicanas, y continúa negando el derecho de la clase trabajadora a organizarse sindicalmente. Incluso, el gobierno se ha ensañado con mujeres embarazadas e infantes en su furia racista contra la comunidad inmigrante haitiana. Los discursos que intentan justificar esas políticas generalmente intentan presentar la persecución racista y el odio xenófobo como supuestos intentos de preservar la dominicanidad y la soberanía, lo que demuestra una clara influencia balaguerista y trujillista en el pensamiento y la acción del presidente Abinader.

Con la confesión del presidente Abinader acerca de su identificación con el dictador e ideólogo racista Balaguer, cuyas inclinaciones fascistoides se reflejan claramente en décadas de práctica política antidemocrática, antiobrera y antipopular, e incluso en textos como «La isla al revés», queda mucho más en evidencia y en una situación insostenible el sector de la intelectualidad autodenominado progresista, ligado en su momento a la Marcha Verde o a las protestas de la Plaza de la Bandera, que continúa hoy en altos cargos en el gobierno dominicano, asumiendo la vocería y representación de un gobierno neobalaguerista y neotrujillista.