Santo Domingo, 1965: la solidaridad internacional

Amaury Rodríguez

La invasión militar estadounidense de la República Dominicana ocurrida el 28 de abril de 1965 tuvo un profundo impacto en las principales capitales del mundo. De hecho, la agresión militar a un país pequeño y débil económica y militarmente desató una ola de repudio internacional muy parecida, aunque en contextos y épocas distintas, a las movilizaciones masivas en contra de la guerra de Irak del mes de febrero del 2002 en adelante.

Mucho antes de la invasión militar de Santo Domingo ya existía un sentimiento anti-imperialista generalizado, exacerbado en parte, por la brutal agresión yanki al pueblo vietnamita. En ese sentido,1965 fue un año significativo en las luchas de liberación y emancipación en la región del Caribe, el continente asiático y en el resto del mundo.

En respuesta a los embates propagandísticos de los medios de comunicación al servicio de Washington, la prensa de izquierda resaltó la rabia popular y la reacción anti-intervencionista de la opinión pública fomentada por las organizaciones revolucionarias, obreras, estudiantiles y también por la labor crítica de intelectuales, escritores y artistas en continua rebeldía.

El 14 de mayo de 1965, por ejemplo, un artículo publicado en inglés en la revista World Outlook: Perspective Mondiale (Perspectiva Mundial) bajo la dirección de Pierre Frank, se hacía eco del sentimiento anti-imperialista a nivel mundial, señalando directamente al presidente Lyndon B. Johnson del Partido Demócrata como el principal responsable de la violencia imperial de Washington:

Hoy, [Lyndon B.] Johnson haría bien en no aventurarse en América Latina, Japón o casi cualquier lugar fuera de los Estados Unidos. Él se ha convertido en el hombre más odiado del mundo.

En ese mismo artículo quedaba el registro de la larga jornada de movilizaciones que se llevaron a cabo en muchos lugares del mundo, como en Santiago de Chile donde los sectores juveniles estuvieron en primera fila:

Cientos de jóvenes, en su mayoría estudiantes, se manifestaron en las calles el 5 de mayo, particularmente en el área de la embajada de EE UU y en la Avenida O’Higgins, la principal vía de la capital, exigiendo que EE UU salga de Santo Domingo. Todos los partidos políticos, incluido el gobernante Demócrata Cristiano y el siguiente partido más grande, los Radicales, publicaron resoluciones condenando la ocupación estadounidense de la República Dominicana. La cámara de diputados convocó a una sesión especial en la que denunció la agresión estadounidense y exigió el retiro de las tropas estadounidenses de la isla.

También en la ciudad brasileña de Río de Janeiro el sector juvenil y estudiantil estuvo al frente de las protestas en claro desafío al régimen dictatorial:

A pesar de la brutal dictadura militar-policial del general Castelo Branco, 500 estudiantes protagonizaron una manifestación el 7 de mayo claramente dirigida a la invasión estadounidense de la República Dominicana. Lo hicieron desfilando ante la embajada francesa para demostrar su aprobación a las críticas de De Gaulle a la ocupación estadounidense de la isla. Fuertes contingentes de la policía militar vigilaban a los estudiantes.

En otros países de nuestra América la ira antiimperialista llegó a tal punto que se produjeron incidentes violentos, como por ejemplo en Quito, la capital ecuatoriana y en la ciudad porteña de Guayaquil:

Se estima que 200 estudiantes se manifestaron aquí. En Guayaquil explotó un automóvil estacionado frente al consulado americano. El fuego resultante quemó otros vehículos.

En Caracas, se registraron ataques a la representación diplomática de los EE UU y enfrentamientos con las fuerzas policiales:

A plena luz del día un grupo ametralla la embajada de Estados Unidos. Se realizaron otros ataques contra empresas comerciales e instituciones culturales estadounidenses. En enfrentamientos con la policía, 18 resultaron heridos. Se reportaron manifestaciones en muchas otras ciudades de Venezuela.

La quema de la bandera del Coloso del Norte se propagó en las dos grandes urbes colombianas, Barranquilla y Cartagena respectivamente:

Las manifestaciones en estas dos ciudades colombianas incluyeron el apedreamiento de la fachada de un centro colombiano estadounidense y la quema de una bandera estadounidense en Barranquilla. La policía logró bloquear la quema de una segunda bandera estadounidense en Cartagena.

El Perú no se quedó atrás dentro de la ola de movilizaciones en repudio a la invasión militar. En las calles limeñas “multitudes de estudiantes se manifestaron airados contra EE UU. Apedrearon la embajada de EE UU”.

En Uruguay, mientras tanto, las manifestaciones adquirieron un tono violento. En Montevideo, el 6 de mayo “una bomba explotó en la oficina local de una compañía de cable estadounidense.”

En Argentina, el impacto de la invasión militar provocó grandes manifestaciones y un movimiento de solidaridad de carácter combativo y revolucionario. Luego de que una muchedumbre ocupará las calles de Buenos Aires, la chispa se extendió a otros puntos del país:

Miles de estudiantes comenzaron a manifestarse el 5 de mayo frente al Congreso contra el desembarco de tropas estadounidenses en Santo Domingo. Corearon consignas anti-estadounidenses, rompieron ventanas, incendiaron mesas en terrazas en las calles y arrojaron cócteles molotov a la policía. Las manifestaciones continuaron en los días siguientes, creciendo en volumen y extendiéndose a otras localidades.

Protesta del 12 de mayo en Buenos Aires en solidaridad con el pueblo dominicano

Las protestas anti-imperialistas también se extendieron a Europa. En España en plena dictadura fascista los manifestantes desafiaron la represión estatal al repudiar las acciones de los halcones de Washington bajo las órdenes de Johnson:

La dictadura fascista de Franco no pudo mantener el orden ante la ira por el desembarco de tropas estadounidenses en Santo Domingo. Varios cientos de estudiantes se manifestaron frente a la embajada dominicana gritando consignas como ¡Yankees asesinos!; Yankees, lárguense. La policía de Madrid finalmente logró disolver la manifestación y realizó varias detenciones. La prensa madrileña (bajo control del régimen), que desde el primer día había aclamado las acciones de Johnson, empezó a cambiar de tono el 8 de mayo, lanzando una nota crítica sobre la acción unilateral de Johnson.

La juventud en Viena estuvo al frente de las manifestaciones en solidaridad con el pueblo dominicano en lucha:

Unos 300 estudiantes movilizados en la capital austríaca. Se manifestaron frente a la embajada estadounidense, denunciando las acciones estadounidenses en República Dominicana.

En la desaparecida República Democrática Alemana los estudiantes salieron a la calle a expresar su solidaridad:

Cientos de estudiantes se manifestaron en Potsdam y enviaron una declaración a la misión militar estadounidense en protesta por la agresión de Estados Unidos contra la República Dominicana.

Incuestionablemente, la gran ola de manifestaciones en muchas partes del mundo en mayo del 1965 en solidaridad con el pueblo dominicano en su aguerrida resistencia en contra del yanki invasor representa una muestra más del impacto internacional de una lucha que contribuyó a darle continuidad tanto al pensamiento anticolonialista como a la conciencia anti-imperialista de la década de los setenta y los años posteriores.

EEUU: Izquierda y juventud en movimiento

Históricamente, en los EE UU han existido sectores de la población que han expresado abiertamente solidaridad con las luchas del mundo. Esto a razón de lazos socio-políticos y culturales, y en el caso de la inmigración cubana y puertorriqueña en el estado de la Florida y en la ciudad de Nueva York en los años 1800s, se dio el caso de la unidad entre un segmento de la población hispano-hablante y caribeña en la larga lucha independentista en contra del imperio español. Además, los movimientos de solidaridad tienen como base y referente luchas locales de arraigo popular como el combate en contra de los remanentes del sistema esclavista, una lucha enmarcada en la emancipación y la liberación negra y en los derechos civiles de la comunidad afro-americana. Otro aspecto que mueve a sectores de la población pertenecientes a diferentes nacionalidades es su desacuerdo con la política exterior estadounidense, una disidencia y postura política expresada en la solidaridad incondicional con los pueblos del mundo y guiada por convicciones políticas partiendo de los programas abolicionistas, obreristas, anarquistas y socialistas.

En la mitad del siglo XX, el exilio dominicano antitrujillista en los EE UU, y específicamente en la ciudad de Nueva York, sentó las bases para la movilización política de lo que en ese entonces era una pequeña comunidad inmigrante, forjando desde ese momento lazos de colaboración con organizaciones de la izquierda norteamericana.

Mayo de 1965 fue un mes sombrío para los pueblos del mundo, y en particular, para los pueblos vietnamita y dominicano. En Vietnam, Johnson escaló la guerra luego de enviar 12,000 tropas, aumentando las botas yankis en suelo vietnamita a un total de 40,000. Entretanto, la invasión de Santo Domingo seguía su curso pese a la creciente oposición interna.

Esa oposición a la invasión al país caribeño y a la nación asiática pronto se concretó en protestas y mítines en diferentes esferas de la sociedad. El 5 de mayo se registró una de las primeras protestas en contra del servicio militar obligatorio (the draft) en la Universidad de California en Berkeley. Antes de su fallecimiento en octubre del 2022, pude entrevistar al historiador marxista Mike Davis acerca de la solidaridad norteamericana con el pueblo dominicano en el ‘65. Davis, urbanista, catedrático, activista y escritor, fue uno de los cuarenta estudiantes que quemaron sus cartillas de alistamiento en el ejército en los predios de la emblemática universidad pública californiana:

Cuando protesté en Berkeley, solo tenía una comprensión vaga de por qué (Johnson) había enviado a los marines a Santo Domingo. Sabía que era escandaloso, pero desconocía el contexto histórico más amplio. Luego, en julio, SDS [Students for a Democratic Society, Estudiantes por una Sociedad Democrática] me envió a Los Ángeles y rápidamente caí bajo el hechizo de Tim Harding, profesor de estudios latinoamericanos en Cal State Los Ángeles. Fue amigo personal de Juan Bosch y un profesor dinámico y orador público. De hecho, enseñó a dos generaciones de activistas locales, incluidos algunos de los fundadores del movimiento chicano, acerca de la historia de América Latina y la importancia de las actividades solidarias. Fue una profunda influencia para mi propio entendimiento. [1]

La protesta “anti-draft” en California no se quedó en lo simbólico; al contrario, la quema de un documento oficial dejó claro ante las elites del poder que la población juvenil perdía el miedo. Desde ese entonces, el movimiento anti-guerra comenzó a acumular fuerzas.

Mezclando la espontaneidad y la incontenible energía juvenil, el movimiento anti-guerra y anti-intervencionista se convertiría en una gran presa de agua a punto de desbordarse. Una nota periodística aparecida el lunes 17 de mayo de 1965 en The Militant (El Militante) órgano del Partido Socialista de los Trabajadores (SWP), registra una protesta masiva el 8 de mayo de 1965 en el Washington Square, un parque neoyorkino con un historial bohemio y de rebeldía artística y político-cultural.

Aproximadamente mil personas se dieron cita en solidaridad con la resistencia anti-imperialista en Vietnam y Santo Domingo. Convocada en un dos por tres, la protesta fue organizada por militantes de SDS, la organización de la Nueva Izquierda (New Left) más grande en los EE UU durante la década de los setenta. Entre los presentes detrás del podio haciendo pública la denuncia y condena de la política exterior de Washington se encontraban Carl Oglesby de SDS; Tito Nolesco del Movimiento Pro-Independencia de Puerto Rico; Russ Nixon, del prominente semanario de izquierda National Guardian (Guardián Nacional); y Dave Dellinger, uno de los líderes del movimiento pacifista. “Luego de la protesta”, reportó el periódico del SWP, “algunas 350 personas marcharon a las Naciones Unidas”.

Mientras tanto en las universidades neoyorkinas, unos de los muchos focos de luchas políticas, organización y reclutamiento de la izquierda revolucionaria, el debate respecto a la guerra en Vietnam y la ocupación militar en Santo Domingo no pudo ser ignorado. A tal efecto, el día 3 de mayo, la universidad privada Barnard University (Barnard College o Barnard), localizada en la sección residencial de Morningside Heights en el Alto Manhattan, fue centro de un mitin en contra de la invasión militar estadounidense en suelo dominicano a la que asistieron aproximadamente 200 personas. Así consta en una nota periodística publicada en el periódico universitario Barnard Bulletin (Boletín de Barnard) de fecha 6 de mayo de 1965. Fue organizada por el May 2nd Movement (Movimiento 2 de Mayo), un frente del Progressive Labor Party (Partido Laborista y Progresista-PLP), partido marxista-leninista fundado en 1962.

Después de la actividad en Barnard, “aproximadamente 50 estudiantes” relata la nota, “marcharon en la calle Broadway hasta la calle 96”. Durante el recorrido, los estudiantes vociferaban “¡Fuera de Santo Domingo y Vietnam del Norte!”. Al llegar “el grupo tomó los autobuses hacia las Naciones Unidas para unirse al piquete de dominicanos que han estado marchando desde la mañana del lunes”.

Las universidades públicas en la Gran Manzana también fueron foco de resistencia y solidaridad. El 13 de mayo de 1965, a tres estaciones de tren de Barnard, se llevó a cabo una discusión pública o micrófono abierto (soapbox) en la universidad City College of New York (Universidad de la Ciudad de Nueva York-CCNY) donde participaron estudiantes y profesores. La actividad tuvo lugar en la recién establecida área de free speech, de la libre expresión, y organizada por el Movimiento 2 de Mayo. El día siguiente, la edición número 19 del periodico estudiantil The Campus se hacía eco de la posición anti-guerra del profesor Allen Krebs, llamando a los estudiantes universitarios simple y llanamente a no enlistarse en el ejército a pelear en Vietnam y Santo Domingo donde “van a morir a nombre de la nación más odiada del mundo”.

Es importante resaltar que en la década de los setenta la mayoría de los estudiantes en City College eran blancos, anglosajones o de origen europeo. Hoy día es todo lo contrario: un gran segmento de la población estudiantil en esa universidad es de origen afro-americano, dominicano, y también hay muchos caribeños y latino-americanos de otros países así como estudiantes de países africanos, asiáticos y árabes.

Dos días después del mitin en City College, otra protesta en Nueva York ocupó las calles del área de Times Square en el Bajo Manhattan. Así lo reportó en sus páginas el periodico del SWP en la edición del 24 de mayo de 1965:

El 15 de mayo se llevó a cabo una manifestación de unas 300 personas en Times Square para protestar contra la intervención estadounidense en Vietnam y la República Dominicana.

El mitin reunió la politizada juventud con activistas de la vieja guardia:

Fue patrocinado por la Juventud Contra el Fascismo. Entre los oradores estuvo Carl Braden, militante sureño luchador por los derechos civiles.

La nota del periódico del SWP resalta la importancia de esa protesta no solo por su relevancia como acto solidario con el pueblo vietnamita y dominicano, pero también el hecho de que los participantes desafiaron las restricciones que podrían derivar en multa y cárcel para aquellas personas y organizaciones que ejercieran el derecho a protestar en público:

En 1962, la policía montada atacó una gran manifestación en Times Square contra las pruebas nucleares estadounidenses. Desde entonces, han impuesto una prohibición ilegal a las manifestaciones en Times Square al negarse a emitir permisos. Solo los musulmanes negros, liderados por Malcolm X en ese entonces, habían roto con éxito la prohibición.

Las consecuencias de ese desafío a los cuerpos represivos de la ciudad fueron resaltadas en el último párrafo de la nota periodística:

Deirdre Griswold, quien presidió la manifestación, recibió una citación por realizar la manifestación sin permiso. Richard Herdman también recibió uno por operar un sistema de megafonía sin permiso.

Victor Perlo en su libro-panfleto Marines in Santo Domingo publicado en junio de 1965 hizo un registro del descontento y la subsiguiente transformación de la sociedad estadounidense durante esos meses de rebelión primaveral:

Durante 1965 ha surgido el movimiento anti-imperialista más importante entre el pueblo estadounidense en décadas. Cientos de miles han expresado directamente su oposición a la criminal guerra de Estados Unidos contra el pueblo vietnamita, y ahora a la intervención en la República Dominicana, a través de mítines de estudiantes y profesores universitarios, declaraciones de profesores, maestros, profesionales técnicos, escritores; a través de una avalancha récord de cartas y telegramas a senadores, congresistas y a la Casa Blanca. Las encuestas de opinión pública revelan el desacuerdo parcial o total de decenas de millones.

A 58 años de la ocupación militar en Santo Domingo, las expresiones de solidaridad de la izquierda y la juventud en los EE UU forman parte del legado de lucha del pueblo estadounidense. Ciertamente, el movimiento anti-guerra jugó un rol importante, garantizando la supervivencia de los pueblos vietnamita y dominicano. Esa solidaridad, en conjunto con la de otros países del mundo, fue esencial en mantener la moral en alto durante la resistencia anti-imperialista, y en muchos casos, en la campaña de recaudación de fondos y la recolección de medicamentos. Y finalmente, en sentar las bases para la construcción de la cultura de izquierda revolucionaria, contestataria, alternativa e internacionalista de nuestro tiempo.

Liberación negra y anti-imperialismo 

Asediada por la violencia de las bandas racistas en los estados sureños, la segregación racial y la pobreza en todo el territorio estadounidense, la comunidad afro-americana fue uno de los sectores de la población donde el sentimiento anti-guerra no tardó mucho en manifestarse.

Lo cierto es que sin el legado político de las generaciones pasadas las manifestaciones anti-guerra no hubieran tomado tanto impulso. En ese marco se inscribía la histórica sentencia legal de la Corte Suprema de los EE UU de 1954 que dictaminó la inconstitucionalidad del sistema de segregación racial en las escuelas públicas. Como consecuencia de esta irrefutable victoria, se crearon y consolidaron herramientas de lucha, es decir, estructuras organizativas para discutir y poner en marcha acciones políticas de concienciación y movilización.

Aun así, el sentimiento anti-guerra no irrumpió de la noche a la mañana; evolucionó con el tiempo a causa del aumento del número de soldados muertos en combate en Vietnam. Tomando esto en cuenta y partiendo desde el sentido común y los embates de la vida cotidiana, para la población afro-americana la guerra de Vietnam o cualquier otra guerra no tenía sentido en lo más mínimo. Así lo expresaba la gente trabajadora en las ciudades y en los campos, en las mismas entrañas del monstruo desde los estados sureños.

A sabiendas del riesgo que corrían las vidas negras, las personas afrodescendientes en los Estados Unidos participaron en todo tipo de protestas y actos de solidaridad en apoyo a Vietnam y a Santo Domingo durante la agresión militar a la que estaban sujetos esos dos países a manos de Washington. En ese sentido, mujeres, niños, hombres, veteranos de guerra, obreros y personas sin trabajo, con hambre y esperanzas rotas, intelectuales, artistas y escritores, activistas de  la izquierda revolucionaria, gremialistas, pacifistas y líderes religiosos afro-americanos, asistieron a manifestaciones y expusieron su parecer ante la guerra de Vietnam y la intervención militar norteamericana en Santo Domingo a través de discursos, manifiestos o declaraciones así como artículos periodísticos y ensayos, en una agitada tarea de cuestionamientos a las relaciones exteriores de EE UU y el supremacismo blanco.

En resumen, ante la degradación humana, la violencia y los asesinatos políticos de activistas y líderes, la población afroamericana no tuvo miedo en expresar su desacuerdo con la política genocida y neo-colonialista de Washington y el presidente Johnson. El tiempo y el contexto político y social hicieron cada vez más claro el nexo entre la lucha por la liberación negra y el antiimperialismo en los EE UU y en el resto del mundo.

A la vez, como en toda lucha política y social, existían contradicciones y diferencias respecto a tácticas y estrategias dentro del movimiento por los derechos civiles. Se podría argüir que las políticas guerreristas de Washington forzaron de cierta forma a un debate público entre activistas jóvenes y mayores del movimiento social más importante de mitad del siglo veinte. Ese debate fue el inicio de una ruptura en torno a la postura ante la guerra, la lucha por la liberación negra y la agudización de la crisis política en los EE UU. La divergencia de opiniones se registra en las revistas afro-americanas de izquierda de la época. Un caso en particular era Black Dialogue (Diálogo Negro) publicada en San Francisco, California y fundada en 1965. Su equipo gestor reivindicaba el legado político de Malcolm X, asesinado en febrero de 1965. Para entonces conformaban el comité editorial Arthur A. Sheridan, Aubrey Labrie, Abdul Karim, Edward S. Spriggs, Malvin Jackmon, Saadat Ahmad y Glen Miles.

En la edición de julio-agosto de 1965 de Black Dialogue aparece un artículo crítico de la política exterior estadounidense titulado «Santo Domingo: Los Estados Unidos ganan otra batalla» bajo la firma de Abdul Karim. El artículo es un breve esbozo del impacto del colonialismo europeo y el imperialismo norteamericano en Quisqueya. En ese sentido, el autor examina las raíces de la dependencia socioeconómica y política de la nación caribeña. La invasión de Johnson la caracteriza como “descarada” la cual, a pesar del poderío militar, no hará desaparecer el fervor revolucionario y los deseos de transformación social influenciados por la Revolución Cubana, todavía en su apogeo para esa época. El artículo finaliza con la premonición de un combatiente constitucionalista entrevistado por periodistas norteamericanos: “es posible que ustedes ganen esta batalla pero ustedes perderán la guerra”.

En esa misma edición de Black Dialogue aparece un editorial titulado “Vietnam” firmado por Arthur Sheridan, director de la revista. El editorial denuncia la intervención militar en Santo Domingo así como la guerra de Vietnam desde una óptica anti-imperialista, poniendo al desnudo la división interna dentro del movimiento por los derechos civiles; por un lado estaban los sectores radicales y revolucionarios que abogaban por la superación del sistema capitalista, y por otro lado, los sectores liberales y reformistas dispuestos a sentarse en la mesa junto a las elites del poder para exigir algunas concesiones. Dentro de los dos sectores en pugna se agrupaban varias tendencias ideológicas. A fin de cuentas, lo que estaba sobre el tapete era la orientación clasista del movimiento.

Manteniendo una línea política internacionalista, el editorial critica la política imperialista Johnson y hace un llamado a la acción:

Black Dialogue, junto con millones de estadounidenses, se opone enérgicamente a la presencia militar de Estados Unidos en Vietnam. Creemos que las acciones del gobierno en ese país son insensatas, no son realistas, son inhumanas e inmorales. Creemos que las crueles e innecesarias matanzas de incontables miles de vietnamitas y cientos de soldados estadounidenses no tienen justificación, y la culpa ciertamente debe colocarse en alguna parte (¡alguien es responsable!). Creemos que en esta tragedia humana nuestro país es el villano y, por lo tanto, instamos a todas las personas negras a oponerse activamente a la acción militar continua de los EEUU.

Brevemente, el editorial hace un recuento de las divisiones internas del movimiento por los derechos civiles y critica las posturas conservadoras mientras expresa solidaridad con vietnamitas y dominicanos por igual:

Hubo un tiempo en que los afroamericanos eran reacios a hablar en contra de la política exterior de los Estados Unidos (o cualquier otra cosa que no fueran los ‘derechos civiles’) —no queríamos enemistarnos con los blancos— porque, después de todo, nuestros ‘propios’ problemas aún no estaban resueltos y, por lo tanto, no deseábamos incurrir en ningún obstáculo ‘innecesario’. Pero ese tiempo ya pasó y sabemos que es nuestro deber criticar, oponernos a acciones como las que hoy practica nuestro gobierno en Vietnam y en República Dominicana.

El editorial reconoce que las políticas guerreristas de Washington no benefician en nada la lucha por la liberación negra porque “no creemos que nuestra libertad pueda o deba ganarse u otorgarse a costa del pueblo de Vietnam, de la República Dominicana o del Congo o de cualquier otro lugar”. A la misma vez, tilda de hipócrita al presidente Johnson y enfatiza las contradicciones que existen al guardar silencio ante los crímenes imperialistas mientras se denuncian los crímenes racistas en los EE UU:

Nos resulta imposible creer que el presidente Johnson, con sus discursos diciendo todo lo contrario, esté tan preocupado por los campesinos de Vietnam que enviará tropas a miles de kilómetros por todo el mundo para defender su libertad mientras aquí en casa, en Bogulusa, en Selma, en su propio estado natal de Texas, las vidas de la gente negra y su libertad están constantemente en peligro—sobre esta situación—el presidente simplemente da discursos. Además, no creemos que nuestra libertad pueda o deba ganarse u otorgarse a costa del pueblo de Vietnam, de la República Dominicana o del Congo o de cualquier otro lugar. Una vida en Vietnam o el Congo es tan valiosa como una vida en Selma o en Bogulusa. Y, después de todo, ¿de qué sirven todos los derechos civiles en el mundo si el mundo va a ser destruido? Destrucción—destrucción total, creemos que es el resultado lógico de nuestra postura militar (escalada) en Vietnam.

En este penúltimo párrafo el equipo editorial arremete en contra de la orientación liberal de muchos de los líderes del movimiento de los derechos civiles, desligándose de posturas conciliatorias:

Esta revista recientemente realizó una encuesta no científica, pero representativa, de cien habitantes negros de San Francisco para determinar si apoyaban o no la guerra de Vietnam de Johnson. Este grupo estaba compuesto por todos los segmentos de la población negra. Ochenta y tres se opusieron inequívocamente a la acción estadounidense; cinco estaban a favor; y doce no sabían. (aparentemente, la Gallup y Harris nunca preguntan a estas personas). Black Dialogue siente que esta actitud está generalizada en todas las comunidades negras y nuevamente insta a nuestros ‘líderes oficiales’ King y Farmer, Wilkins y Young a GRITAR en voz alta, o el pueblo vietnamita algún día será capaz de decir: ‘Oh, los estadounidenses negros, no son más que ‘liberales blancos’. También hacemos un llamado a Carl Rowan, director de la Agencia de Información de los Estados Unidos y un hombre negro, cuyo trabajo es explicar estas atrocidades, para que renuncie a su cargo en protesta por nuestras políticas de guerra.

El editorial concluye con una interrogante como forma de cuestionar el silencio ante la guerra, y a la misma vez, como un gesto de agitación y concientización dirigido a las tropas afroamericanas:

¿Y por qué los soldados negros deberían luchar contra los vietnamitas cuando son los estadounidenses quienes no les permiten caminar por las calles de Mississippi como una persona con la protección completa de la ley que corresponde a cualquier ser humano?

Una apelación a la hermandad

Los reaccionarios sólo se mantienen en el poder por las armas. Esa es la única forma en que se mantienen en el poder. Pero legitiman su violencia y les dicen a todos los demás que la violencia no es el camino. Quítenles sus armas y sus fuerzas imperialistas y vean cuántas personas los escucharán. Quítenles las bases en Santo Domingo, quítenles las bases en Venezuela, quítenles las bases en Brasil, quítenles las bases en Chile, quítenles las bases en América del Sur y saquen sus armas de allí y verán, nadie los escuchará. Pero es por sus armas que la gente se ve obligada a escuchar. Stokely Carmichael [2].

Desde inicios de la década de 1960 hasta finales de los 70, la sociedad estadounidense vivió una revolución cultural. Se cuestionaba el puritanismo sexual, la censura, el pensamiento tradicional, el eurocentrismo, el racismo, la homofobia, el patriarcado, y por último, el status quo. Igualmente, se asistía a la renovación del arte y la cultura guiada de la mano de la experimentación y la exploración sensorial, el surgimiento de grupos literarios de vanguardia y la reafirmación negra en lo estético y político impulsada por el Black Arts Movement (Movimiento Artistico Negro-BAM) fundado por el poeta y militante revolucionario Amiri Baraka.

Entre las publicaciones más innovadoras y militantes del BAM se encontraba la revista Black Dialogue caracterizada por una postura radical respecto a las artes y a la cultura en general así como a las políticas imperialistas de Washington.

En la edición correspondiente a los meses de julio y agosto de Black Dialogue aparecía un editorial condenando la guerra de Vietnam y la invasión militar estadounidense en Santo Domingo. El editorial cerraba con una interrogante:

¿Y por qué los soldados negros deberían luchar contra los vietnamitas cuando son los estadounidenses quienes no les permiten caminar por las calles de Mississippi como una persona con la protección completa de la ley que corresponde a cualquier ser humano?

Con relación a la invasión estadounidense, la edición de junio de 1965 de la revista The Realist (El Realista), paradigma de la contracultura, investigaba la presencia de soldados afro-americanos en suelo dominicano:

Más del 40% de los aproximadamente 20.000 soldados estadounidenses que ocupan esa isla tropical son negros, una proporción que debe considerarse como una estrategia calculada por el Pentágono que los envió allí. Si el soldado estadounidense tenía poco entusiasmo por Corea y menos por Vietnam, tiene un sentimiento de renuencia aún mayor en la República Dominicana, que, especialmente en el caso de las tropas negras, quizás no tenga paralelo en la historia de Estados Unidos.

El artículo presentó a los lectores de la época el parecer de algunos soldados afro-americanos miembros de la 82.ª División Aerotransportada del ejército de los Estados Unidos al mando de la ocupación en Santo Domingo. Uno de ellos, Gary Jones del estado de la Florida, dijo que “ni siquiera sé quién es el enemigo. Eso es lo que me molesta”. Mientras Charles Veneble admitió que “todos me han tratado bien. Eso es lo que no me gusta de que me ordenen a matarlos.”

Como respuesta a la presencia de soldados negros en Santo Domingo, el dominicano Antonio Thomén puso a circular una carta dirigida a las tropas afro-americanas donde explicaba el sentido de la revuelta popular del 24 de abril de 1965 que dio origen a la invasión militar estadounidense. La carta fue publicada en la prensa de izquierda norteamericana y publicada como documento clave de la revolución constitucionalista en la revista “¡Ahora!” del 18 de septiembre de 1966:

Nosotros los dominicanos estamos luchando por nuestra liberación de la injusticia social y la discriminación racial. Nuestra causa acá es la misma que ustedes tienen en su país. Ustedes tienen a Martin Luther King y la Declaración de Derechos (Bill of Rights). Nosotros tenemos a Juan Bosch y nuestra Constitución Democrática. Baja tu arma, Soldado Negro Americano. Apunta a tu opresor blanco. No dispares a tu hermano dominicano.

Lo cierto es que muchos de estos soldados, mozalbetes sin rumbo y mundo, y mayoritariamente de los estados sureños caracterizados por el atraso económico y la extrema pobreza, se alistaron al ejército en busca de  pan y trabajo. Obviamente, lo mismo pasó con soldados blancos provenientes algunos de familias militares y una gran mayoría de escasos recursos económicos con la única diferencia de que en los EE UU, gozaban de derechos ciudadanos y no sufrían la cruda realidad de la discriminación y el odio racial.

No obstante la presencia de soldados afro-americanos en suelo dominicano como parte de la invasión militar orquestada por Washington con el objetivo de apagar la llama de la revuelta popular del 24 de abril de 1965, los lazos de amistad y ayuda mutua que unen a los pueblos dominicano y afro-americano siguen latentes.

En la sociedad dominicana del día de hoy y en la diáspora esos vínculos históricos siguen manifestándose en intercambios culturales y políticos, y en las valiosas contribuciones a la construcción de la siempre cambiante identidad dominicana.

Durante la primera ocupación norteamericana (1916-1924) también se registraron expresiones de solidaridad de sectores de izquierda dentro del pueblo afroamericano con el pueblo dominicano, olvidadas con el tiempo o posiblemente ignoradas y ocultadas por historiadores racistas e hispanistas.

Oposición al servicio militar obligatorio

En el mes de julio de 1965 un grupo de ciudadanos afroamericanos en la ciudad de McComb del estado de Mississippi puso a circular un volante enumerando “cinco razones por las que las personas negras no deberían estar peleando guerras por Estados Unidos”. La acción se suscitó a causa de la muerte de John Shaw, soldado afroamericano caído en Vietnam. En la secundaria Shaw había sido compañero de clases de algunos de los activistas detrás de la declaración anti-guerra y también había participado en manifestaciones a favor de los derechos civiles en su localidad bajo asedio por el terrorismo de las bandas supremacistas blancas.[3]

El texto ha sido traducido al español tomando como base en una copia que reposa en la colección de Lucile Montgomery de la Sociedad Histórica de Wisconsin. El hecho de que la población negra en Mississippi no gozará de seguridad, libertad y movimiento ya era razón suficiente para no tomar parte en acciones de guerra en Vietnam o en Santo Domingo o en cualquier otra parte del mundo:

Ningún Negro de Mississippi debería pelear en Vietnam por la libertad de los Hombres Blancos, hasta que toda la Gente Negra sea libre en Mississippi.

El texto alentaba a las madres a convertirse en canales de concienciación, y de esa forma, aconsejar a sus hijos a rechazar ser reclutados para ir a la guerra y ser parte de la barbarie que todo acto de violencia militar conlleva:

Los jóvenes negros no deberían honrar el reclutamiento militar aquí en Mississippi. Las madres deben animar a sus hijos a no ir [a la guerra].

El comunicado toma un tono desafiante ante la clase política local y a nivel federal, esta última representada en la figura de Johnson. A falta de contexto, las últimas líneas donde dice “protegiendo a la señorita Ale, Ga y La” se tornan indescifrables. Puede  que se refiera a sobrenombres de políticos o figuras representantes del poder en Mississippi o en la capital estadounidense:

A nosotros nos respetarán nuestra dignidad como raza solo obligando al Gobierno de los Estados Unidos y al Gobierno de Mississippi a venir con armas, perros y camiones para llevar a nuestros hijos a luchar y morir protegiendo a la Señorita. Ale, Ga y La.

En este cuarto párrafo, las personas afroamericanas que escribieron el texto sentían mas afinidad con dominicanos y vietnamitas, al final de cuentas, personas de color unidas por los sufrimientos y las resistencias anti imperialistas, que con el “americano blanco” y rico. A pesar de su brevedad, el volante se hacía eco de la lucha clasista y anti-racista. A la vez, el texto registra las expresiones de solidaridad con estos dos pueblos y reconoce la responsabilidad ética y moral de la población afroamericana ante las políticas guerreristas del presidente Johnson:

Nadie tiene derecho a pedirnos que arriesguemos nuestras vidas y matemos a Gente de Color en Santo Domingo y Vietnam, para que el americano blanco se enriquezca. Seremos vistos como traidores por todas las Personas de Color del mundo si el pueblo negro continúa peleando [en la guerra] y muriendo sin causa alguna.

Este último párrafo es un llamado a la acción, resaltando tácticas y formas prácticas de llevar a cabo la negativa a pelear una guerra injusta e irracional. Pone como ejemplo a un soldado blanco que se negó a pelear en la guerra de Vietnam e inició una huelga de hambre:

La semana pasada, un soldado blanco de Nueva Jersey fue dado de baja del ejército porque se negó a luchar en Vietnam y se declaró en huelga de hambre. Los chicos negros pueden hacer lo mismo. Podemos escribirles [cartas] y preguntarle a nuestros hijos si saben por qué pelean [en la guerra]. Si responden por la Libertad, díganles que por eso estamos luchando aquí en Mississippi. Y si dicen Democracia, díganles la verdad: no sabemos nada sobre el Comunismo, el Socialismo y todo eso, pero sí sabemos que los negros han vivido un infierno aquí bajo esta American Democracy.

En resumen, la acción propagandística en Mississippi fue solo un ejemplo de una gran variedad de expresiones de solidaridad del pueblo afroamericano con Vietnam y Santo Domingo que asestaron un duro golpe al militarismo y al imperialismo estadounidense y cimentaron una memoria colectiva de lucha y hermandad entre los pueblos oprimidos del mundo. A la vez, estas expresiones de solidaridad empujaron a la radicalización de la juventud y a la movilización en masa culminando en avances, logros y victorias del pueblo afroamericano y otras comunidades oprimidas en la misma “barriga del monstruo”.

Finalmente, un discurso pronunciado en la Universidad de Berkeley en 1966 por el joven líder del Comité Coordinador Estudiantil No Violento (SNCC) Stokely Carmichael, refleja la crítica antiimperialista e internacionalista del movimiento por la liberación negra y su visión a largo plazo:

Estamos [el Comité Coordinador Estudiantil No Violento-SNCC] planteando preguntas sobre este país. No quiero ser parte del pastel estadounidense. El pastel estadounidense significa violar a Sudáfrica, golpear a Vietnam, golpear a Sudamérica, violar las [islas] Filipinas, violar a todos los países en los que has estado. [Estados Unidos] no quiero nada de tu dinero manchado de sangre. No lo quiero. No quiero ser parte de ese sistema. Y la pregunta es, ¿cómo planteamos estas preguntas? ¿Cómo las planteamos como activistas? ¿Cómo empezamos a plantearlas?

Vamos a tener que hablar con el objetivo de cambiar la política exterior de este país. Uno de los problemas con el movimiento por la paz es que está demasiado atrapado en Vietnam, y si retiramos las tropas de Vietnam esta semana, la semana que viene tendría que haber otro movimiento por la paz en Santo Domingo. Y la pregunta es cómo se empiezan a articular necesidades para cambiar la política exterior de este país. Una política que se decide a base de la violación. Una política en la que se toman decisiones sobre la obtención de riqueza económica a cualquier precio. A toda costa.

Combatientes haitianos de la libertad

La apertura democrática después de la caída del trujillato transformó a Santo Domingo en refugio ideal para los exiliados anti-duvalieristas, abriéndole las puertas a opositores haitianos de tendencia conservadora y radical. Un gran número de los exiliados eran jóvenes estudiantes y militantes de izquierda que huían de la férrea dictadura instaurada en 1957 por François Duvalier.

Entre los exiliados políticos que conformaron esa primera ola de exiliados a inicios de los años 60s se encontraban Lionel Viaux, Leslie Fouchard e Ivan Saieh quienes, aprovechando los nuevos aires de libertad, se dieron a la tarea de denunciar el régimen dictatorial de su país.

En abril de 1965 el pueblo dominicano hizo historia con la Batalla del Puente Duarte y muchas otras batallas victoriosas que continúan en el anonimato. La derrota de los golpistas y las fuerzas de la reacción fue el punto más alto de un proceso revolucionario que tuvo como inicio la caída del régimen despótico y la irrupción de la clase obrera en su lucha por pan y libertad. El carácter popular de la revuelta era indudable con José Francisco Peña Gómez a la cabeza y la formación de milicias cívico-militares bautizadas con el nombre de comandos populares, pilares de la construcción del otro Santo Domingo y el efímero poder dual. Luego vino la invasión, 42,000 marines despachados por órdenes de Johnson con el propósito de aplastar la revolución democrática en ciernes. La posibilidad de “otra Cuba” en el Caribe puso en alerta a Washington y a sus aliados locales.

Durante la contienda armada el pueblo dejo “páginas gloriosas” plasmadas para la posteridad, como dice la canción interpretada por el dúo musical Los Ahijados de los hermanos Cuco y Martín Valoy. En el ‘65, el pueblo estuvo dispuesto a todo para derrotar a los sectores explotadores y anti democráticos.

A la resistencia en contra de los calieses y los guardias genocidas de Imbert Barreras; al nuevo capítulo de resistencia colectiva en Santo Domingo se unió el exilio haitiano. Desde Cuba el escritor René Depestre se pronunciaba en repudio a la invasión estadounidense. En Santo Domingo los combatientes haitianos estaban encargados de la reparación de armas, mientras otros daban la cara en el campo de batalla.

Desde la perspectiva de los Estados Unidos, la presencia de revolucionarios haitianos en las filas de la resistencia anti imperialista dominicana causaba mucha preocupación. En pocas palabras, un triunfo en suelo dominicano podría abrir la posibilidad de expandir la revolución al vecino pueblo haitiano. Así lo indica un memorándum desclasificado del Subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos (Vaughn) dirigido a el Director de la Oficina de Inteligencia e Investigación (Hughes) con fecha del 13 de mayo de 1965:

“Fuentes confiables informaron que los exiliados haitianos que viven en Santo Domingo obtuvieron una cantidad considerable de armas cuando los rebeldes dominicanos asaltaron la Fortaleza Ozama el 30 de abril. Estos dos, más su asesor militar francés, son actualmente miembros del círculo íntimo del Coronel Caamaño según informes recientes. La adquisición de armas y de nuevos e influyentes contactos dominicanos cambia materialmente la posición de poder de estos exiliados. El gobierno de Reid Cabral había desarmado y/o internado a la mayoría de estos exiliados bajo la presión de la OEA. Hasta la fecha no hay indicios de que los exiliados se hayan organizado para una invasión pero, según los informes, han expresado su intención de hacerlo tan pronto como la situación lo permita.”

Es probable que uno de los combatientes haitianos al que se refiere el documento haya sido Gerald Lafontant. El “asesor militar francés” al que se refería el documento era sin lugar a dudas André de la Rivière, antiguo mercenario de la Legión Extranjera Francesa sumado a la causa revolucionaria.

Una revisión minuciosa de la prensa haitiana de ese entonces, como por ejemplo el contenido del diario Le Nouvelliste, muestra una cobertura diaria en torno a la situación dominicana lo que indica interés y preocupación de parte del régimen duvalierista sobre cómo se desarrollaban los hechos.

Gerald Lafontant, antiguo militante del Parti socialiste populaire (Partido Socialista Popular-PSP), era uno de los doce instructores militares en la escuela Comando de Hombres Rana Illio Capocci nombrada en ese entonces en honor al combatiente italiano que luchó junto al pueblo dominicano en defensa de la soberanía. La escuela militar entrenaba a jóvenes provenientes de barrios populares tales como Villa Consuelo, Las Cañitas, Gualey y Los Minas. Asimismo, entrenaba a combatientes de origen haitiano que se iban incorporando en los comandos populares junto a personas LGBT, mujeres y afrodescendientes. En la edición del 6 de agosto de 1965 del periódico Patria, órgano de la República en Armas bajo el gobierno provisional del Coronel Francisco Alberto Caamaño, Lafontant reconoció el entusiasmo de los jóvenes haitianos sumados a la revuelta popular y a la misma vez, guerra antiimperialista:

Vendrán varios haitianos a entrenarse en esta escuela. Tratamos de hacer un ejército de patriotas, de hombres útiles a la sociedad.

Otro haitiano que se destacó durante el abril revolucionario fue el poeta y militante catorcista Jacques Viau Renaud, figura fundamental de las artes y la literatura durante los primeros años del periodo post-dictatorial. Al final de la década de los años cuarenta su familia se había establecido en suelo dominicano. De padre escritor y conservador, Viau, como muchos jóvenes de la época, abrazó la causa revolucionaria y la lucha por el socialismo. Hablaba español, creole y francés. Así nos lo contó en el 2018 Clement Viau, su hermano más joven.

Jacques Viau era amigo, colaborador y camarada de muchos de los artistas y escritores comprometidos con la lucha social en la década del 60: Jeannette Miller, Aída Cartagena Portalatín, Antonio Lockward Artiles, Silvano Lora, Juan José Ayuso. La lista es extensa. Y a pesar de haber crecido fuera de su país natal, nunca olvidó sus raíces haitianas. En su breve obra poética expresó un profundo fervor por Haití y Santo Domingo:

Estoy tratando de hablaros de mi patria,
aquella que comienza a deslizarse
allá donde crecen las guazábaras, las cayenas frágiles,
los cántaros sedientos y polvorientos,
la yerba rara,
amarillenta,
solitaria lanza midiendo el corazón de mi Isla.

Estoy tratando de hablaros de mi patria,
desde aquí,
desde mi guarida salina,
desde Santo Domingo,
quizás os hable de ambas:
son dos terrones complementarios
puntos cardinales de mi tristeza
caídos de la rosa de los vientos
como amantes cuyo abrazo se rompieran.

Imagen: Archivo General de la Nación

El 21 de junio de 1965, Viau muere a causa de las heridas infligidas por el fuego invasor mientras defendía la soberanía dominicana. En las páginas 13 y 14 del tomo 2 de Memorias de un revolucionario, Fidelio Despradel, líder histórico de la izquierda dominicana, rememora una reunión del Movimiento 14 de Junio durante la guerra de abril y la secuencia de eventos que pusieron fin a la vida del poeta y mártir revolucionario:

El 14 de Junio (enfocado en la Ciudad Capital) decidió distribuir sus dirigentes, hombres y mujeres, sus mejores cuadros y toda su estructura organizada, hacia los sitios más álgidos de la lucha: Roberto Duvergé, secundado por Aniana Vargas, Ivelise Acevedo y Orlando Mazzara, ubicarían su cuartel en la calle Juan de Morfa (en la casa que nos había servido de refugio al propio Roberto, a Juan Miguel y a mí), para operar en toda la zona norte de la Capital, apoyándose en la amplia estructura de la organización.

Rafael Bonilla y Jacques Viau, poeta y militante haitiano, operarían en los Comités ubicados en San Carlos y la zona de la Avenida Mella, terminando por ubicar su cuartel en el edificio denominado B-3, frente al actual local de Los Detallistas, en la calle Jacinto de la Concha, Junio López actuaría como comisario político de dicho cuartel.

Después que el día 15 de junio, al inicio de la ofensiva del ejército norteamericano sobre la Zona Constitucionalista, fue herido de muerte Jacques Viau y Rafael Bonilla en un pie, que lo inutilizó, Norge Botello se haría cargo del comando, y Diómedes Mercedes, sub-comandante.

En una breve crónica periodística aparecida en el periodico El Día, Lionel Viaux, ex-combatiente de abril, rememora su llegada a Santo Domingo y el rol primordial de Viau como el puente de conexión entre revolucionarios haitianos y dominicanos en la isla compartida por los dos pueblos:

Creo que fui el primer haitiano en asilarse en la embajada dominicana después de la muerte de Trujillo y llegando aquí hice contacto a través de Jacques Viau Renaud con todos los grupos de guerra de aquí de aquel entonces, del 14 de Junio, el MPD, el Partido Socialista.

En un decreto firmado por Caamaño, Jacques Viau recibió la nacionalidad dominicana después de su muerte. Como homenaje póstumo, el Frente Cultural bajo la dirección del artista y militante revolucionario Silvano Lora publicó su poemario Permanencia del llanto. Evidentemente, la vida, obra y legado de Jacques Viau y el valioso aporte del resto de los combatientes haitianos a la lucha revolucionaria en abril de 1965 simbolizan la solidaridad dominico-haitiana y refutan la propaganda racista y anti-haitiana de los nacionalistas de pacotilla, enemigos del pueblo dominicano y los procesos democráticos en 1965 y en la actualidad.

*Publicado originalmente en cinco entregas por Acento.com.do

Notas

1.“We decided that we would burn our draft cards”: Interview with Mike Davis, 23 de mayo de 2022, Verso blog.

2. Fragmento de una entrevista publicada en Sucesos, periodico revolucionario mexicano, y republicada en The Movement, septiembre de 1967, en ocasión a la visita de Stokely Carmichael a Cuba.

3. “McComb Project Comes out against the Vietnam War”, SCCN Digital Gateway.

Agradecimientos al equipo bibliotecario en la City University of New York y de Barnard, Andy Blunden del Archivo Marxista del Internet (MIA), SNCC Digital Gateway, JSTOR, Independent Voices, Raj Chetty, Lionel Legros y Daniel Huttinot.

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