Movimiento Socialista de Trabajadoras y Trabajadores
Versión corregida del documento con nuestro aporte para el taller sobre minería y medioambiente, realizado en Bonao el 20 de noviembre. Está basado en dos trabajos previos de nuestra organización sobre la crisis climática y la lucha contra la megaminería.
En la República Dominicana, como país inmerso en un sistema capitalista internacional, sufrimos expresiones locales de problemas ambientales que tienen escala mundial. El calentamiento global y la intensificación e incremento de la frecuencia de los eventos climáticos extremos, la depredación megaminera, la contaminación del agua, la tierra y el aire, la contaminación por plástico del agua, la tierra y el aire; la acidificación de los mares y océanos, son algunas de las consecuencias de la depredación ambiental capitalista global. De la misma forma, la lucha contra el capitalismo y la destrucción ambiental requiere una escala mundial. Las soluciones de fondo que necesitamos solo pueden lograrse si se aplican internacionalmente, por eso tenemos el reto de articular nuestras luchas locales a nivel nacional, regional y mundial, en pos de conquistar objetivos comunes.
El calentamiento global incide en la generación de tormentas tropicales y huracanes de cada vez mayor magnitud. Desde la década de los 90 del siglo pasado hay un aumento sostenido del número de huracanes por temporada y existe un consenso científico en cuanto a que el aumento en la potencia de estos eventos es una consecuencia del aumento de la temperatura. El calentamiento de los mares produce la liberación de gas metano del fondo marino, con enorme incidencia en el efecto invernadero, produciendo una retroalimentación catastrófica.
Las temperaturas de la última década son las más altas registradas desde 1850. La temperatura promedio que está 1.1 grados centígrados por encima del promedio preindustrial y el aumento es mayor en los polos, acelerando su deshielo. Millones de personas ya son desplazadas como consecuencia de la contaminación ambiental y la alteración del clima. El Programa para el Medio Ambiente de la ONU (Pnuma), considera que el escenario más probable es un aumento de 2,8° de la temperatura promedio respecto de los niveles preindustriales. El umbral de 1.5 grados de aumento promedio fijado como límite para el aumento en los acuerdos de París posiblemente se supere antes de 2030. Pese a los pronósticos desastrosos, los grandes empresarios y sus gobiernos no intentan revertir las tendencias destructivas del sistema económico capitalista mundial. De hecho, la conferencia conferencia de la ONU sobre cambio climático COP27, realizada recientemente en Egipto, no adoptó ningún acuerdo para el abandono de la energía de origen fósil, como el petróleo.
Los países del Caribe somos especialmente vulnerables en el marco de la crisis climática, aunque no somos sus principales generadores, como sí lo son las grandes potencias imperialistas e industrializadas. Debemos exigir una posición unitaria a los gobiernos de la región en torno al no pago de la deuda externa y la reclamación de una retribución económica por parte de los países que más contaminan y contribuyen al calentamiento global, para invertirla “tanto en la transformación de la matriz de producción de energía como en planes de vivienda, construcción de refugios, diques y otras obras de infraestructura para enfrentar los efectos de la crisis climática y minimizar la vulnerabilidad ante desastres como sequías, inundaciones y huracanes”, tal y como hemos planteado desde 2020.
Debemos aunar esfuerzos en República Dominicana, Latinoamérica y el mundo por un plan energético de transición que reduzca el consumo de petróleo, gas y carbón, impulsando la producción de energía de origen solar, eólica e hidroeléctrica. Ese tipo de transición, de manera justa y ordenada, solo es posible si se estatizan las empresas explotadoras de combustibles fósiles, refinadoras y generadoras de energía. Todos los países comparten una sola atmósfera y nada se logra reduciendo las emisiones en un país si en otro más grande aumentan considerablemente, esto subraya la importancia de un movimiento articulado mundialmente con un programa común de reivindicaciones políticas y ambientales. Una medida imprescindible en República Dominicana es el abandono de la generación eléctrica mediante la quema de carbón en Punta Catalina.
Otro problema ambiental que enfrentamos es la proliferación de enfermedades transmitidas de una especie a otra, como las gripes porcinas y aviares transmitidas a seres humanos, fenómeno del cual la pandemia del covid19 es un ejemplo. La destrucción de hábitats naturales mediante la deforestación y la ampliación de las fronteras agrícolas y mineras, la producción y comercialización masiva de animales en granjas industrializadas en todo el mundo son factores de riesgo..
El problema de la megaminería, que sufrimos de manera muy intensa en la República Dominicana, es también un problema mundial. Debemos exigir la expulsión de las megamineras como Barrick Gold, Unigold y Gold Quest, que destruyen el ambiente y comprometen la salud de miles de personas, amenazando la soberanía alimentaria al contaminar ríos y tierras. Los planes de explotación megaminera no solo están en curso en el lado oriental de la isla, también existen en el lado occidental, pues República Dominicana y Haití comparten muchas de las formaciones geológicas en las que hay yacimientos minerales. Debemos por lo tanto aunar esfuerzos solidarios entre organizaciones a ambos lados de la frontera contra la megaminería imperialista y sus socios empresariales y gubernamentales locales.
El uso industrial del oro es reducido y los stocks acumulados a nivel mundial son enormes. Mientras en nuestro país, grandes barrios urbanos tienen un limitado suministro de agua, la minería amenaza con restringirlo aún más. En la Amazonía y otras regiones del mundo se destruyen ríos y bosques para producir oro, con el único fin de depositarlo en las bóvedas de los grandes bancos. La minería de oro aporta doblemente al calentamiento global, tanto por las emisiones que genera como por la deforestación. Debemos entonces levantar como exigencia a nivel internacional la desfinanciarización del oro. Que deje de ser un mecanismo de acumulación financiera, dado su altísimo costo ambiental y humano. La disminución de la demanda bajaría el precio del oro, reduciendo el incentivo para esta actividad destructiva.
Exigir una agricultura sostenible, el fin de los plásticos de un solo uso y una gestión responsable de los desechos sólidos, en base a la reducción, reuso y reciclaje de los desechos, son también demandas que debemos impulsar a nivel local pero en colaboración y cooperación con quienes impulsan estas exigencias en el resto del mundo.
Estos son algunos elementos que ponen sobre relieve la necesidad de articular a nivel internacional la lucha contra la depredación ambiental. Un primer paso es profundizar esta discusión a nivel nacional e ir alimentando el intercambio con organizaciones que resisten al capitalismo y la destrucción ambiental en el resto de la isla, del Caribe, de América Latina y del mundo. La tarea histórica que tenemos por delante es enorme. Se trata de superar un sistema económico y social profundamente irracional e insostenible que nos dirige hacia la autodestrucción. Por eso debemos organizarnos políticamente a nivel nacional e internacional con un programa de transformación con miras a construir una planificación democrática de la economía, al servicio de las necesidades populares y sostenible ambientalmente.
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