Entrevista a activista de la Articulación de Movimientos Sociales de Nicaragua

Comité Dominicano de Solidaridad con el Pueblo Nicaragüense

El 9 de febrero, ocurrió un hecho de gran impacto en Nicaragua. El régimen encabezado por Daniel Ortega y Rosario Murillo desterró a 222 presos políticos, enviándolos a EEUU. Luego de su expulsión, la Asamblea Nacional controlada por el FSLN sancionó la desnacionalización de las personas expulsadas, bajo la acusación de «traición a la patria», una farsa legal dictatorial. Con la medida se proscribe su participación política futura. Aún quedaron en las celdas de la dictadura 39 presos políticos. Sin embargo, que la mayoría haya salido de las cárceles es un importante logro de la lucha popular.

Este es el marco en el que damos a conocer la entrevista al activista nicaragüense de izquierda e integrante de la Articulación de Movimientos Sociales y Organizaciones de la Sociedad Civil (AMS), a quien simplemente nombraremos Esteban, sobre la situación del país centroamericano. La AMS se formó en 2018, aglutinando a numerosas organizaciones sociales, ambientalistas, feministas, de la comunidad LGBTQ y otros sectores. «Nos organizamos en mayo de 2018, al principio fue tan grande como nuestras expectativas de que Ortega se iría rápido», nos explica Esteban.

¿Qué dirías a las personas que pueden creer que en Nicaragua hay un gobierno de izquierda?

Voy a hacer una breve reseña histórica. Nosotros, al igual que el resto de Centroamérica, tenemos una ubicación estratégica por su posición geográfica. Los españoles, los ingleses, los estadounidenses y ahora los chinos han visto a nuestro país como un lugar privilegiado, como un puente entre las dos masas continentales de América del Norte y del Sur y como una posibilidad real de conectar los dos grandes océanos, esa posición nos ha puesto en el mapa geopolítico a lo largo de nuestra historia.

Desde hace doscientos años con la mal llamada independencia, la de los hijos de españoles nacidos en Centroamérica, los criollos blancos, que vieron la posibilidad de dejar de pagar tributos a la debilitada corona, las élites que siguen detentando el poder político y económico en el país, son en gran medida las mismas. Es una historia de constantes conflictos bélicos, 200 años en que nuestros conflictos se han resuelto con la guerra, pero que no ha sido más que uno de los grupos de la clase dominante quitando al otro para asumir el poder, y así sucesivamente.

En los años 60s y 70s, el Frente Sandinista de Liberación Nacional mantuvo una lucha contra la dictadura de Somoza, yo fui parte de eso. Nos costó 50 mil muertos salir de la dictadura somocista, logramos sacarla y juramos que nunca más iba a haber otra dictadura. Pero como siempre, las élites en gran medida mantuvieron con el control de la economía.

En los años 90s, con la derrota electoral del sandinismo, vienen dieciséis años de gobiernos neoliberales. El sector empresarial que recuperó el control del Estado nunca había perdido el poder económico, porque hubo una política de alianza con empresarios llamados “patrióticos” por parte del gobierno sandinista, que se produjo en el marco del concepto de que la revolución era para “todos” los nicaraguenses.

En el 2006 gana las elecciones el FSLN y retoma el poder, en medio de una gran crisis económica, con apagones constantes, pobreza generalizada y desempleo. Muchos activistas de izquierda vimos en ello una segunda oportunidad, para aprender de errores pasados y sin las dificultades de los 80 producto de una guerra civil, donde los EEUU apoyaron decididamente a la contrarrevolución. Pensamos que ahora haríamos las cosas de forma diferente, incorporando las nuevas agendas que nos permitieran un proceso en donde la izquierda jugara un rol innovador, avanzar hacia una democracia participativa. Eso no ocurrió, rápidamente se evidenció un conflicto de corrientes a lo interno del FSLN que dejó la hegemonía a la pareja Ortega-Murillo, quienes profundizaron los pactos políticos y componendas con las elites locales y algunos partidos de derecha.

Eso hizo que mucha de la militancia histórica, fiel a los valores y principios de la revolución, dejaran las filas de ese FSLN, el de las siglas y los sellos que se apropiaron Ortega y su camarilla, quienes con el pasar del tiempo se convirtieron en un sector de nuevos ricos más, aprovechando para ello la cooperación de Libia, Irán, Venezuela, gobiernos aliados de Ortega. Con ese financiamiento se convirtió a la familia de Ortega en una de las nuevas familias oligárquicas del país y como tal se dedicaron a controlar todos los poderes del Estado para mantener el poder, alejándose de los principios y razones por las cuales se hizo la lucha revolucionaria en los 70 y alejándose de la gente a la que decían representar, a la gente que confiando en que se harían las cosas mejor dio su voto. Es decir, traicionaron la memoria de esa sangre derramada.

En 2018, Nicaragua era el segundo país más pobre de toda América Latina, después de Haití, sin embargo, por las cifras macroeconómicas mostradas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial aplaudieron el alto crecimiento del PIB. Lo que nunca mostraron fue la desigual distribución de la riqueza en el país. Las grandes brechas sociales entre la población empobrecida y las élites enriquecidas, sumando el autoritarismo y corrupción, en gran medida fueron las causas del estallido social de abril de ese año.

Volvieron al poder en contubernio con la vieja burguesía y gobernaron con el gran capital, hablaban de gobernar mediante “diálogo y consenso”. O sea que todo se consensuaba con los grandes empresarios. En el tema ambiental, por ejemplo, los empresarios no aceptaban legislación para prohibir los agrotóxicos conocidos como “la docena tóxica” y el gobierno retiró la ley, aceptando que se estaba co-gobernando con los empresarios.

Hoy en día, la familia de Ortega y Murillo es una de las más ricas del país. Eso demuestra que no hay ninguna vocación de hacer una revolución, se trata de una élite que defiende el poder por el poder mismo. Por eso siempre dicen públicamente que van a mantenerse en el poder “a cualquier costo”.

Para nosotros, el orteguismo no es de izquierda, representa a los nuevos ricos, a los multimillonarios, con una élite que acumuló capital a través de la cooperación internacional y los negocios desarrollados gracias al control del poder estatal. El orteguismo se fue tornando cada vez más autoritario, concentrando más poder, y convirtiendo al aparato estatal en un aparato a su servicio. Todos los magistrados de la Sala Constitucional y el poder judicial cayeron bajo su control, igual que el poder legislativo, con métodos fraudulentos y pactos, cooptando partidos opositores mediante la corrupción. Los medios de comunicación independientes han sido cerrados, compraron canales de televisión y de radio para mantener su aparato de reproducción ideológica.

Todos los valores por los que nos vimos en la necesidad de irnos a la guerra contra el somocismo en los 70s quedaron atrás.

Todo esto provocó expresiones sociales de descontento, marchas y protestas, ante el abuso y la corrupción. Los atacaban con la llamada Juventud Sandinista, con garrotes, por ejemplo, cuando los estudiantes exigían presupuesto universitario los atacaban, había heridos. El sector campesino se opuso al proyecto de Canal Interoceánico que permitía expropiar hasta diez kilómetros a cada lado de por donde pasaría el canal, afectando a muchos campesinos. Durante seis años los campesinos lucharon contra la ley del canal, se intentaron hacer marchas hacia la capital, fueron más de 90 marchas, todas reprimidas.

Ortega intentó aplicar una reforma de las pensiones por recomendación del FMI. A inicios del año 2018, el FMI recomendó avanzar contra las pensiones, que fue lo que hizo el gobierno. Entonces contra ese ataque a las pensiones los viejos salieron a protestar y les cayeron a garrotazos, los estudiantes salieron a protestar en solidaridad con los pensionados y también fueron atacados, pero esta vez a balazos. La chispa que encendió la llama social fue el incendio de una de las principales reservas forestales protegidas del país, Indio Maíz. Los estudiantes salieron a protestar porque el gobierno no hacía nada y hubo mucha represión. Luego vinieron las protestas contra la reforma a las pensiones y comenzaron los muertos, francotiradores tirotearon las marchas, de dimensiones nunca antes vistas, y luego vinieron los tranques que paralizaron el país.

En la toma de una de las universidades fuimos a dejar a unos médicos y vi que había una bandera del FSLN quemada y le pregunté a los jóvenes que estaban ahí por qué la habían quemado. Lo que me dijeron fue lo mismo que decíamos nosotros cuando éramos jóvenes y luchábamos contra la dictadura de Somoza. Y me dije: «tienen razón».

La respuesta del gobierno fue la llamada «operación limpieza», que fue una verdadera masacre contra la población. La gente estaba harta y planteó que el gobierno se tenía que ir, pero esta vez, sería por la vía cívica. Mientras el gobierno reprimía con policías, militares y paramilitares, con armas de guerra, para levantar los tranques a sangre y fuego, tomando las universidades, que hoy siguen militarizadas.

Ortega dice que todas las críticas a su gobierno provienen del imperialismo, ¿qué responde el activismo popular, obrero, campesino, feminista, a eso?

Ortega y Murillo dicen que toda la oposición está al servicio del imperialismo, es un discurso gastado que está dirigido a sus seguidores. En eso se resume todo el discurso de Ortega, cualquier crítica o justa protesta ocurre bajo las órdenes del imperialismo, y lo repite una y otra vez. Obviamente no es verdad, la gente tiene razones legítimas para oponerse y el rechazo al régimen es masivo. Mientras tanto, el gobierno no ofrece salida a la profunda crisis socioeconómica del país, mucho menos ofrece soluciones revolucionarias sino que más bien, como en los mejores tiempos de Trujillo, alimenta una serie de lealtades basadas en las prebendas y el temor. Hay que preguntarse otra vez: ¿Eso es ser de izquierda?

Llevamos casi cinco años bajo la dictadura que se instauró con la represión de 2018. Precisamente uno de los grandes daños que ha hecho la dictadura en el país y a nivel latinoamericano, es que se le asocia equivocadamente con la izquierda. Para las nuevas generaciones nicaragüenses, Ortega y su camarilla representan lo peor que le ha pasado a Nicaragua.

Hoy por hoy Nicaragua es una cárcel. La gente con la que uno conversa le dice: Aquí estamos presos todos, no solo los que están en las cárceles. No hay libertad de expresión, no hay libertad de organización, no hay libertad de movilización, todos los derechos están secuestrados. Hasta músicos, poetas e intelectuales han sido perseguidos y han tenido que irse al exilio. No se tolera ningún espacio de disidencia. Más de 3 mil ONGs han sido cerradas, hay casos hasta ridículos. Veamos un par de ejemplos: un club hípico que era una ONG, cerrado. Una organización que atendía a niños con labio leporino, cerrada. Ellos saben que cualquier espacio de esos puede servir para organizar a personas que quieran levantar sus reivindicaciones, entonces los cierran.

Han cerrado los medios de comunicación, solo quedan medios controlados por el gobierno, radio, prensa, televisión, no hay cómo emitir opiniones diferentes a las oficiales. Si hay un cumpleaños, ahí está la policía viendo de qué se trata, si hay una reunión de amigos, llega la policía a interrogar. Hay un despliegue territorial de delatores, llamados popularmente sapos, que ejercen un control de la población. Las elecciones fraudulentas de 2022 fueron una acción para terminar de consolidar ese control territorial, a través de las alcaldías.

Todos en Nicaragua de alguna manera han sido tocado por alguna acción de la dictadura y es cuestión de tiempo para que las organizaciones sociales logremos un cambio en la correlación de fuerzas, cambiando las condiciones para reiniciar la lucha por reconstruir Nicaragua. En estos años miles de personas han sido encarceladas por razones políticas, es difícil determinar el número. En algunos casos, son personas del campo, o personas cuyos familiares creen que si no hacen mucho ruido tienen más posibilidades de salir y por eso no denuncian.

Estos presos han sufrido torturas físicas y psicológicas. Ha habido encuentros entre ex reos de la dictadura somocista y la dictadura actual, y al conversar sobre las condiciones de reclusión se evidencia que en algunos casos los maltratos son peores actualmente. Experiencias como la de la tiranía trujillista son parecidas a las situaciones que ahora uno ve en Nicaragua, por lo cual es inaceptable que haya personas en otros países que dicen ser de izquierda y se niegan a abrir los ojos y llamar a las cosas por su nombre. El gobierno es tan capitalista como cualquier otro, pero con características dictatoriales.

Además, Ortega tiene entregado el país a transnacionales con concesiones forestales, mineras, pesqueras, canaleras, acuerdos con el gran capital, que usa para mantener su control militar, que es la base de su poder. La gente está emigrando a Costa Rica, México, EEUU, Europa, a donde pueda, para sobrevivir.

¿Qué plantea la Articulación de Movimientos Sociales (AMS)?

La AMS asume como postulado principal la construcción de una nueva sociedad, el fortalecimiento de la ciudadanía como actor político, como el poder real y así avanzar hacia una nueva forma de democracia, una democracia participativa que abra el camino para una nueva cultura política, que es la tesis política de abril, se trata de lograr una mayor participación, un contrapoder, el de la gente. Incorpora además todas las agendas reivindicativas de las mujeres y el feminismo, los ambientalistas, las personas LGBT, campesinos y otros sectores, porque “Solo el pueblo salva al pueblo”.

En el 2021 en el circo electoral montado para la presidencia, hubo un enorme fraude electoral con muy poca participación electoral, más allá de la presión a los empleados públicos para que votaran para no perder sus empleos, se ha estimado que más del 80% de la población en edad de votar se abstuvo. Lo mismo ocurrió en 2022, con las elecciones municipales en donde la dictadura estableció su control territorial.

Proponemos un proceso de corto, mediano y largo plazo. Lo inmediato, es salir de la dictadura para que haya justicia, libertad, paz y desarrollo sostenible. Proponemos un país incluyente, equitativo, un país con dignidad, un país multicultural que avance hacia nuevas formas de democracia en donde tanto el poder formal como el poder real, tengan un adecuado balance, en donde los principios y valores de justicia, derechos y libertad den paso a una nueva cultura política, que retome lo mejor de las propuestas de la izquierda e incorpore los anhelos de las juventudes, sus agendas y visiones para una forma vida que termine con el extractivismo y la entrega del país a intereses transnacionales y avancemos hacia la nueva sociedad, soñada por muchos desde los años 70.

La lucha del pueblo nicaragüense será decisiva, pero también nos ayudará mucho el apoyo y la solidaridad de los hermanos del mundo, así como ustedes, que nos ayuden a denunciar las atrocidades y a aislar más a esta criminal dictadura. Ortega y su camarilla no son de izquierda, quizás en un pasado lejano lo fueron, pero ahora solo defienden sus intereses, los intereses de una familia y su círculo de interés, eso no es para nada de izquierda. Esto ya no puede seguir. Les enviamos un gran abrazo fraterno y solidario.

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