Euclides Cordero Nouel

Hoy tempranísimo sonó mi celular. Al ser tan temprano, me exalté porque algo malo pudo haber pasado en el campo. «Ha muerto Serrucho» —dijo mi hermana Lucy. De un salto de la cama caí al frío piso con esa odiosa noticia. Procuré una silla para sentarme mientras asumía el recado triste de la partida.

Haya o no otra vida, ofrezco mis disculpas por los malos tratos que se le infligieron. Serrucho trabajó como cañero en distintos ingenios de caña del país. Fue un trabajador itinerante. Laboró en el tumbe de las montañas de Monte Plata cuando se iban a instalar los equipos pesados de los ingenios del Consejo Estatal del Azúcar (CEA) en Sabana Grande de Boya.

Trabajó en el corte y tiro de la caña en ese municipio y también se trasladaba junto a otros colonos a involucrarse en el tiro de la caña. En el tiempo muerto del trabajo cañero se dedicaba al conuco, siembras menores de diferentes rubros para aguantar ese tiempo muerto. Serrucho no tuvo hijos, tampoco otros familiares cercanos, pero siempre tuvo un trato especial en mi familia, era compadre de mi madre. Siempre decía que él era de Corail, Haití.

Solicitó su pensión en el año 1999 y nunca tuvo respuesta positiva, nunca pudo disfrutar de esos beneficios que le habían prometido a la hora de su retiro. ¡Qué tristeza! Militó en el único movimiento de lucha obrera real: la Unión de Trabajadores Cañeros (UTC), con Jesús Núñez y sus compañeros y colegas.

Vete en paz Serrucho, diste los mejores años y momentos de tu vida a este terruño con tu entusiasmado trabajo y los ciudadanos justos que quedamos atrás nunca te olvidaremos, como lo dulce de la caña que trabajaste de manera desinteresada.