El sistema sigue expulsando a miles de emigrantes dominicanos

Enrique Larancuent 

La inmigracion dominicana, que se incrementó a raíz de la invasión estadounidense de 1965, ha seguido su curso ininterrumpido en estas últimas décadas. El sistema económico dominicano basado en la explotación y la opresión de amplios sectores de la sociedad sigue siendo la principal causa de la expulsión masiva de dominicanas/os al exterior. 

La triste realidad es que ya son miles y miles de dominicanos, en su mayoría mujeres, que año tras año arriesgan sus vidas y dejan atrás sus familias ante la falta de oportunidades laborales y los bajos salarios. El sistema capitalista sólo causa hambre, pobreza y crisis sanitaria como la desatada por la pandemia en el 2019. La clase dominante representada por el PRD, PRSC, PLD, FP y el PRM promete soluciones a los problemas sociales pero impone políticas anti-obreras y anti-populares a las grandes mayorías. 

Mientras tanto, medios de propaganda capitalista internacionales como Forbes y Bloomberg presentan al país como el principal destino turístico del Caribe, diseminando la ilusión del “milagro económico dominicano” en comparación con la vecina nación haitiana, invadida militarmente una y otra vez y despojada mil veces de sus recursos naturales por las potencias imperialistas desde sus inicios como república libre. 

Ciertamente el único “milagro económico” en República Dominicana es el que disfrutan los ricachones dominicanos, entre los que se encuentran el presidente Abinader, y los inversionistas hoteleros europeos y norteamericanos a costa de bajos salarios y ausencia de libertad sindical en el lucrativo sector turístico.  

Lo que estos reportajes ocultan es que la desesperación es tal que al campesinado sin tierra y a la clase trabajadora no le importa endeudarse o vender sus ranchitos que han construido a base de mucho esfuerzo y sacrificio con el fin de irse en una yola a Puerto Rico, arriesgando sus vidas en el Canal de la Mona. 

La desesperanza en República Dominicana es tan generalizada que en los barrios muchas veces se teme más a la pobreza y la falta de oportunidades que a encontrar la muerte al cruzar a pie el desierto de Atacama para llegar a Chile, con sus altas temperaturas y miles de minas antipersonales que plantó la dictadura de Pinochet. Huyendo del hambre, muchos se unen a la gran caravana humana en la larga travesía a través de la selva del Darién y luego de México con el objetivo de cruzar a los EEUU. Al igual que miles de colombianos, venezolanos, ecuatorianos y centroamericanos, los dominicanos se exponen a un sinnúmero de peligros en el Darién: enfermedades, hambre, animales salvajes y ataques de bandas del narco y de extorsionistas que no titubean en llevar a cabo robos, secuestros, violaciones sexuales y explotación sexual. 

Del lado “gringo” los inmigrantes pronto se dan cuenta de que los árboles no dan dólares y que “el sueño americano” es una fantasía. Las rentas exorbitantes en las grandes ciudades donde se congregan las comunidades inmigrantes, la explotación laboral y la inflación, tornan la vida de los inmigrantes difícil de llevar. 

Salir para no volver

Tanto en EEUU como en el Estado español, las comunidades  inmigrantes sufren discriminacion, acoso y violencia creciente a raíz del auge de la extrema derecha. Sin visa de residencia, asumiendo trabajos mal pagados, los inmigrantes y sus descendientes son vistos por la derecha como gente que quitan trabajos o sobrecargan los servicios públicos. Esto tiene mucho parecido a la propaganda del gobierno de Abinader, que presenta a los inmigrantes haitianos y sus descendientes como una carga para el Estado. 

Hay más de dos millones de dominicanos emigrados, son más del 20% de la población. Para el gobierno de Abinader la diáspora es simplemente una fuente de remesas, que son una especie de impuesto a la clase trabajadora. 

En las comunidades dominicanas en el exterior, los escándalos de corrupción que plagaron a los gobiernos del PLD y continúan bajo el actual gobierno del PRM han creado desconfianza en la partidocracia, que se refleja en la alta abstención. 

Cuando surgió el movimiento anticorrupción Marcha Verde, la comunidad dominicana en el exterior se movilizó en contra del PLD y de la insistencia de Danilo Medina en aferrarse al poder. Esa fue una lucha democrática que demostró la vigencia de la movilización en las calles. 

Desafortunadamente, el fin de dos décadas de gobiernos peledeístas y la llegada al poder del PRM desmovilizaron la lucha social, generando un efecto negativo en las comunidades que apostaron por la movilización social. 

Para muchos emigrantes dominicanos, regresar al país no es la mejor opción sabiendo que la clase dominante saquea el erario público mientras el sistema escolar público está en decadencia por falta de fondos, los hospitales públicos carecen de medicinas y equipos médicos, por el bajo presupuesto asignado a la salud, prolifera el dengue y muchos barrios populares y zonas rurales carecen de agua potable y otros servicios básicos.

Lucha de clases 

En EEUU, donde viven más de 2 millones de dominicanos y sus descendientes, el Partido Republicano y el Partido Demócrata no ofrecen alternativas a la gran mayoría pobre y trabajadora de inmigrantes. 

La comunidad dominicana en los EEUU no es una masa homogénea. Las divisiones de clase, género y raza están presentes en el diario vivir de la comunidad. No es lo mismo un bodeguero a una mujer negra dominicana trabajando en un hospital o en un salón de belleza, ni lo mismo un dueño de supermercado a un obrero dominicano o un joven LGBTQ trabajando en una escuela pública por salarios pírricos.

Desde la década de 1990, luego de la revuelta anti-policial en Washington Heights a raíz del brutal asesinato de Kike Garcia, sectores liberales y conservadores de clase media en alianza con los partidos del sistema han tratado de apaciguar a la comunidad dominicana a traves de fondos económicos destinados a servicios sociales distribuidos por ONGs y otras organizaciones comunitarias. Esas prácticas paternalistas no han resuelto el problema de la vivienda o falta de empleos, pero han servido para desmovilizar a la comunidad, integrándose en la política electoral de la que se benefician un grupito de oportunistas y buscavidas. 

En ese sentido, los políticos de origen dominicano incorporados en el sistema de partidos estadounidense son conservadores, son guardianes del statu quo aquí y allá. Ese sector conservador mantiene lazos políticos con el régimen dominicano y reproduce todos los vicios de la politiquería, desde el clientelismo al tumbapolvismo. Un caso en particular es el del congresista demócrata Adriano Espaillat, quien ha salido en defensa de las políticas anti-inmigrantes y xenófobas del Estado dominicano y de empresas explotadoras como Central Romana. Espaillat tambien es un político pro-imperialista que apoya el genocidio sionista en Gaza patrocinado por el presidente Biden, al igual que los Republicanos. La postura pro-sionista de Espaillat ha provocado rechazo en la comunidad dominicana y otras comunidades, reflejado en protestas semanales en apoyo al Palestino en Washington Heights, el principal barrio dominicano en Nueva York.  

A la vez, las protestas contra Espaillat reflejan la existencia de sectores progresistas y revolucionarios dentro de la comunidad dominicana que participan activamente en diversas luchas sociales. Apoyan a las personas de origen haitiano en República Dominicana que sufren persecución racista, las luchas feministas y por derechos de las personas LGBTQ y las luchas sindicales.  

Mientras tanto, la fiebre electoralista que ha afectado a la izquierda dominicana en estos últimos años no ha servido en nada para avanzar y construir poder popular. El Movimiento Patria Para Todos, la única organización progresista sin acuerdos con sectores de la derecha tradicional tuvo un bajo desempeño electoral (0.06%). Esto indica que su discurso electoral no fue suficientemente radical  para atraer sectores populares y de trabajadores. En los EEUU, la construcción de una alternativa socialista pasa por organizar a la comunidad en su lucha en contra de los caseros, el alto costo de la vida y las políticas guerreristas de Washington que extraen recursos de servicios básicos como salud y educación. Es necesario recuperar posturas revolucionarias, que la izquierda en la República Dominicana y en los EEUU retome su espíritu combativo de épocas anteriores, al lado de las luchas. 

Con la reelección de Abinader, y con la disyuntiva entre la reelección de Biden o el regreso de Trump al poder, se avizoran más ataques a la clase obrera dominicana aquí y allá.

En el pasado, la diáspora dominicana hizo un aporte significativo a la lucha por la democracia. Es por esa razón que la unidad de los sectores más conscientes de la diáspora con los que luchan en la República Dominicana sería un gran aporte al fortalecimiento político de la clase trabajadora dentro y fuera del país.

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