Movimiento Socialista de Trabajadoras y Trabajadores

Las importantes luchas que libró la Universidad Autónoma de Santo Domingo por su autonomía y por los derechos democráticos en la República Dominicana han sido deshonradas hoy con el otorgamiento de un doctorado honoris causa al presidente Luis Abinader. Aunque el hecho tenga antecedentes como el otorgamiento del mismo título a los ex presidentes Leonel Fernández e Hipólito Mejía, en este caso la humillación es particularmente aguda porque se entrega el inmerecido reconocimiento a un presidente justamente cuando está atacando la educación pública, con la fusión del Mescyt y el MINERD, liquidando la conquista del 4% del PIB para la educación pública primaria y secundaria.

Se trata de un gobierno que financia la educación privada, a la que está vinculado el emporio empresarial familiar del presidente, en desmedro de la educación pública. Además, es un gobierno contra el que los gremios universitarios han tenido que movilizarse y realizar paros para lograr sus reivindicaciones salariales; que impulsa una contrarreforma laboral despiadada; que ha implementado en los hechos un estado de excepción, con miles de detenciones arbitrarias, allanamientos sin orden judicial, y otras violaciones a las garantías constitucionales, en el marco de su política antiobrera y racista.

El rector de la UASD alegó que el claustro menor de la universidad había decidido el otorgamiento del reconocimiento de manera unánime. Pero el rector mintió, no fue unánime. Las corrientes gremiales y estudiantiles deben explicar cuál fue su posición en las votaciones.

La universidad refleja a la sociedad capitalista de la que forma parte. Su decadencia y su retroceso político son consecuencia de una ofensiva de décadas de la clase dominante y sectores políticos corruptos contra la universidad pública, que combinando la cooptación y la represión logró el debilitamiento del movimiento estudiantil y el movimiento sindical. Ese retroceso antidemocrático inevitablemente impacta en una universidad más conformista y adaptada a un régimen político reaccionario, cada vez menos crítica, menos combativa.

Pero la situación actual no será eterna. Es posible construir corrientes universitarias críticas, democráticas, que no se arrodillen ante oligarcas cuyo proyecto de sociedad es incompatible con los valores de una educación pública, popular, científica, verdaderamente transformadora y comprometida con la justicia social. Los intereses de la clase capitalista son incompatibles con los de quienes mayoritariamente integran el estudiantado y buena parte de quienes trabajan en la UASD. Construyamos una corriente universitaria combativa, intransigente, que no acompañe la comparsa del entreguismo, la corrupción y el compadrazgo, para rescatar la autonomía e independencia universitaria. Ese debe ser nuestro desagravio a la universidad ante el bochornoso acto del día de hoy.