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La propuesta de reforma constitucional que el presidente Abinader presentó el 19 de agosto ante el Congreso ha dado mucho de qué hablar. Entre sus cuatro puntos, se encuentra la reducción de 53 diputados y diputadas del hemiciclo. Para ser más específicos, la reforma busca reducir la cantidad de escaños territoriales de 178 a 110, aumentar los diputados y diputadas nacionales de 5 a 20, y mantener la cantidad de 7 escaños del exterior. En las redes sociales muchos han celebrado esto, repitiendo el argumento oficial de que representará un ahorro, mientras los legisladores del propio partido del proponente se ven más reservados.
Pero, toda esta discusión de si añadir o quitar curules nos ha distraído de los grandes problemas y distorsiones antidemocráticas que tiene nuestro sistema electoral actual, las cuales, si no se hace ninguna modificación, serían empeorados por la reducción de diputados.

Problema #1 – Escaños por Provincia
Desde el punto de vista democrático, el voto de una persona nunca debe valer más que el de otra, pero la propuesta de reforma constitucional contradice este principio. El sistema vigente también lo contradice, pero en menor medida.
Los escaños, de acuerdo a la Constitución, deben estar: “distribuidos en proporción a la densidad poblacional.” O sea, mientras más habitantes tiene una provincia, más escaños debe tener. Esto es para cumplir el principio anterior: una persona, un voto e igual representación para todos. Con casi 11 millones de habitantes, y 110 escaños por circunscripción territorial, esto equivaldría a un diputado o diputada territorial por cada 100,000 personas (exactamente 1 por cada 97,702).
La Constitución, en su versión actual y en la propuesta por Abinader, requiere que cada provincia tenga no menos de dos diputados o diputadas. Sin embargo, casi la mitad de éstas tienen una población menor a lo que estos escaños requieren (195,404 personas). Y como las circunscripciones están limitadas a las provincias (imposibilitando a que haya circunscripciones multi-provinciales), esto termina en una distorsión enorme de la cantidad de habitantes por representante, violando el principio de una persona-un voto, generando una representación muy desigual y degradando aún más nuestra democracia.

Otra manera de ilustrar esta distorsión es comparando cuánto vale el voto en cada provincia. Esto se hace dividiendo su población entre la cantidad de escaños designados. Ordenando las provincias por habitantes por escaño, podemos ver que las primeras 16 tienen en promedio 113,029 personas por escaño, mientras las últimas 16 tienen uno por cada 55,853. O sea, el voto en la mitad de las provincias vale el doble que en la otra mitad.
Si comparamos las primeras 5 provincias, que tienen en promedio 117,193 personas por escaño, con las últimas 5, que tienen 29,340 personas por escaño, vemos que un voto en estas últimas vale cuatro veces más que en las primeras.

Desde el punto de vista democrático esto es inaceptable. Sin embargo, este no es el peor de los problemas que se agravan con la propuesta constitucional del actual presidente .
Problema #2 – Distribución de Escaños
Después de las elecciones de mayo de 2024, y las distribuciones de escaños que estas elecciones crearon, hubo mucha discusión sobre el infame método d’Hondt y la distribución de escaños en general. Esto llegó al punto de que se ha sometido un proyecto de ley que busca reemplazar el método d’Hondt con el Sainte-Lagüe, que da una representación proporcional de escaños más acorde a la proporción en votos.
No obstante, aún si se cambiase el método de distribución proporcional de los escaños, hay demasiados escenarios donde los resultados terminarían siendo injustos y antidemocráticos. Esto es porque para lograr una representación justa hay algo más importante que el método de asignación de escaños que se use: el tamaño de las circunscripciones.
Para ilustrar este punto, imaginémonos un país ficticio con un congreso de 12 escaños. Los diputados y diputadas se eligen a través de 5 circunscripciones; dos de tres escaños y tres de dos. En las elecciones participaron seis partidos, y se votó más o menos igual en todo el país.
Los resultados en votos terminaron siendo estos: Azul: 25.29%, Rojo: 24.83%, Amarillo: 17.12%, Verde: 15.75%, Violeta: 8.99% y Celeste: 8.01%. Sin embargo, cuando vemos los escaños hay un resultado radicalmente diferente: Azul: 5 (41.67%), Rojo: 5 (41.67%), Amarillo: 2 (16.67%). Verde, Violeta y Celeste quedan sin ningún escaño.

Podemos ver que el resultado en escaños para nada refleja el resultado en votos, rompiendo con la promesa de la representación democrática y creando una desproporcionalidad enorme. Los primeros dos partidos pasan de tener la mitad de los votos, a conseguir el 80% de los escaños. Mientras tanto, un tercio de los votantes no se ven representados. Esta distorsión pasa con cualquier método que se utilice; sea el d’Hondt, el Sainte-Lagüe o el Hare.
Ahora volvamos a repetir el experimento. La cantidad total de diputados va a seguir siendo la misma y los votos seguirán iguales. Lo único que cambia son los bordes de las circunscripciones; en vez de 5 distritos electorales de dos o tres escaños, habrá uno solo de doce. Los resultados terminan siendo los siguientes: Azul: 3 escaños (25.00%), Rojo: 3 escaños (25.00%), Amarillo: dos escaños (16.67%), Verde: dos escaños (16.67%), Violeta: un escaño (8.33%) y Celeste: un escaño (8.33%).

Esto pasa porque los métodos de distribución de escaños como el d’Hondt o el Sainte-Lagüe se vuelven más y más efectivos y generan una proporcionalidad más fiel a la votación mientras más escaños haya por repartir. Es imposible repartir dos o tres escaños a seis partidos (aún cuando todos obtengan más del 5% de los votos), porque simplemente no hay suficientes curules para distribuir. También se debe a que hay más maneras de repartir muchos escaños que unos pocos. Con dos o tres escaños, uno solo se puede repartir en mitades o tercios, pero si hay más, el método puede ser más preciso y específico.
Adicionalmente, podemos mostrar cómo los resultados se vuelven más democráticos mientras más escaños hayan por circunscripción usando simulaciones de diferentes situaciones y viendo cuál es su índice de Gallagher. El índice de Gallagher es un índice que calcula que tan distorsionado o desproporcionada es una repartición de escaños utilizando una fórmula matemática. Mientras más alto el índice, menos proporcional.
En ambos métodos las circunscripciones con 2 o 3 muestran índices anormalmente altos, lo que demuestra resultados super distorsionados. Mientras los distritos electorales con más escaños para repartir (6, 7, 8, 9, etc…), el índice es mucho menor, especialmente si se distribuye con el método Sainte-Lagüe.

El verdadero problema empieza cuando analizamos cuántos escaños tendría cada circunscripción con la nueva cantidad de diputados del proyecto de Abinader. Aún asumiendo el mejor escenario posible, (donde el Distrito Nacional, San Cristóbal, y Santiago tienen una sola circunscripción, y Santo Domingo tiene tres) casi dos de cada tres escaños territoriales se eligen en circunscripciones pequeñas (2-5 escaños). Solo el 40% de escaños territoriales se eligen en distritos de dos escaños, donde cualquier partido que quede en tercer lugar, aún si queda a menos del 1% del segundo lugar, queda sin representación.
Si tomamos en cuenta la situación actual, donde provincias como La Vega y Puerto Plata, con 7 y 6 escaños cada una, están divididas en dos circunscripciones, las cosas se ven aún peor. Más del 80% de representantes fueron elegidos en circunscripciones pequeñas (2-5 escaños).

Usando simulaciones podemos ver los efectos antidemocráticos de esta distribución de escaños. La simulación toma un valor de entrada, después lo modifica aleatoriamente ligeramente, y finalmente calcula el resultado de cada circunscripción usando el método correspondiente. Para evitar sesgos, se tomará el promedio de diez simulaciones. La simulación tomará el mejor escenario posible.

Podemos ver que los resultados serían desastrosos. Los primeros dos partidos, quienes obtuvieron alrededor de seis de cada diez votos, terminan obteniendo casi ocho o nueve de cada diez escaños. Mientras tanto, los últimos 3 partidos pasan de tener el 25% de los votos a solo tener entre el 5-12% de los escaños. Aún en el mejor de los casos, la representación de los tres últimos cae a la mitad.
Dejar las circunscripciones territoriales como están es contrario a la representación proporcional, no es democrático, y la situación empeoraría con la propuesta de Abinader. Hay que tomar en cuenta que los desequilibrios del sistema hoy puede beneficiar al PRM pero mañana podrían favorecer al PLD o a otro partido mayoritario.
Posible solución: circunscripciones regionales
Una manera de aumentar la cantidad de escaños por circunscripción, sin tener que triplicar el total de diputados, es creando circunscripciones regionales, en vez de que obligatoria y constitucionalmente tengan que ser por provincias o por subdivisiones de estas.

Esto corregiría el primer problema de la sobre o sub-representación de las provincias. Las diferencias entre el porcentaje de población y el porcentaje de escaños serían mínimas. Esto es porque ya no habría circunscripciones con una población menor al equivalente de dos escaños, y por ende no hay distorsión. También la correlación entre provincias/regiones de cuántos y cuántas representantes hay por habitante sería casi igual en todas las circunscripciones, en vez de que unos votos valgan el doble o el cuádruple de otros.


También podemos volver a usar la simulación, pero esta vez usando las circunscripciones regionales. Aún usando el método d’Hondt, que en promedio es menos proporcional que el Sainte-Lagüe, cuando la circunscripciones son grandes y medianas, termina dando resultados más proporcionales que cuando se hace por provincia con el Sainte-Lagüe. Los resultados de los distritos regionales usando el Sainte-Lagüe terminan en un porcentaje de representantes casi idéntico al de los votos obtenidos, lo que resulta en un índice de Gallagher de 1.42, en comparación con el 15.51 y 9.42 de los distritos electorales por provincia.
Cambiar de circunscripciones provinciales a regionales, con esta simulación reduce el índice de Gallagher por 8 puntos dentro del mismo método de distribución (d’Hondt: 15.51 -> 6.96; Sainte-Lagüe: 9.42 -> 1.42), lo que demuestra que las circunscripciones regionales son mucho más proporcionales y democráticas.

Al comparar la cantidad de diputados y diputadas que se eligen en circunscripciones de diferentes tamaños, se hace aún más clara la razón de la diferencia. Si los distritos electorales siguen siendo asignados por provincia, en el mejor de los casos, casi dos terceras partes de los escaños territoriales continuarían siendo elegidos en circunscripciones pequeñas (2-5 escaños), y solo el 40% de los diputados y diputadas territoriales serían elegidos en circunscripciones de dos escaños.
Si se hiciera por región, apenas el 8% de los escaños territoriales serían elegidos en circunscripciones pequeñas (y las pequeñas en este caso serían de 4 o 5 escaños), mientras la gran mayoría serían elegidos en circunscripciones medianas o grandes.

Actualmente (aunque de manera relativamente menos exagerada que si hubiera una reducción de escaños) dos tercios de los y las representantes son elegidos y elegidas en circunscripciones con 2, 3, 4, o 5, escaños, con tres de cada diez siendo en distritos de 2 o 3 escaños.

Sugerencias para la aplicación
La constitución necesitaría delimitaciones lo suficientemente claras definiendo qué sería una región electoral. Esto es para evitar que cualquier vacío legal sea aprovechado para reducir el tamaño de las circunscripciones. Estas serían mis sugerencias:
• Una región electoral estará conformada por no menos de tres provincias adyacentes
representando a no menos de 400,000 habitantes, o por no menos de dos provincias adyacentes representando a no menos de 1,000,000 de habitantes
• Se podrá dividir una región electoral en distintas circunscripciones si esta tiene más de 16
escaños.
• La cantidad total de circunscripciones dentro de esta región será la cantidad total de
escaños de la región, dividida entre 16, siempre redondeando hacia arriba.
• La proporción de escaños entre la circunscripción más grande y más pequeña
dentro de una región electoral, no sera mayor que dos.
Otro tema: Los diputados nacionales
La propuesta de Abinader incluye aumentar la cantidad de diputados y diputadas nacionales a 20, representando el 14.6% del total de diputados. Esto trae preocupaciones de diputados y diputadas puestos por la cúpula de los partidos, y el aumento de la desconexión con los votantes. Si estos potenciales problemas se arreglan, por ejemplo a través de primarias para crear las listas, o asignando los escaños a quienes territorialmente estaban más cerca de ganar la siguiente curul, los escaños nacionales son otra oportunidad para un Congreso aún más representativo.
Como anteriormente se explicó, las circunscripciones más grandes aumentan la proporcionalidad de los resultados, y hacen que los votos en diferentes circunscripciones valgan casi lo mismo. Entonces, hipotéticamente, una única circunscripción nacional haría que cada voto valiera exactamente lo mismo y crearía los resultados más proporcionales posibles. Pero esto crearía problemas de representatividad, porque sería casi imposible que los diputados y diputadas representaran a sus votantes del país entero. Además, hacer listas abiertas con más de 100 candidatos por partido sería una pesadilla.
Una manera de tener los beneficios de representatividad y proporcionalidad de una circunscripción única sin las dificultades y problemas logísticos de esta, y manteniendo la conexión de los escaños territoriales, sería a través de las curules nacionales distribuidas de manera compensatoria. Osea, puede que un partido a pesar de obtener por ejemplo, el 4% de los votos, solo obtenga el 1% de los escaños. El método al que ahora nos referimos usaría los escaños nacionales para completar los escaños faltantes, haciendo que el porcentaje de los escaños resultantes termine siendo casi exactamente igual al porcentaje de los votos.
Esto se haría con un método de cálculo que trata el Congreso como una sola circunscripción, y que toma en cuenta los escaños territoriales ya ganados por los diferentes partidos en cuenta para determinar a quienes se le asignarían los restantes 20 escaños nacionales. El cálculo, que se usa en Escocia y Gales, funcionaría como el d’Hondt o el Sainte-Lagüe (aunque la diferencia entre estos dos métodos es mínima si se están repartiendo, por ejemplo, más de 100 escaños). La diferencia está en que el divisor de cada partido, en vez de empezar en 1, empieza en la cantidad de escaños territoriales ya adquiridos por cada partido (o en el caso del Sainte-Lagüe, sería esta cantidad multiplicada por 2, a la cual después se le resta 1).
Los escaños ya conseguidos son tomados en cuenta para el cálculo, lo que tiene el resultado de completar cualquier escaño faltante, y de hacer que el resultado en escaños sea casi idéntico al de votos.
Uno se puede preguntar: ¿si distribuir los escaños compensatoriamente con las curules nacionales arregla la desproporcionalidad, para qué hacer circunscripciones regionales? El problema de solamente hacer que las curules nacionales se repartan compensatoriamente, es que esto simplemente no funciona si el resultado de las territoriales fuera absurdamente desproporcionado, como lo sería con las circunscripciones provinciales. Esto es porque no habría suficientes diputados nacionales para compensar los desajustes generados a nivel de las circunscripciones provinciales.
La cantidad de escaños nacionales necesarios para que el sistema compensatorio funcione bien depende de que tan proporcional sea el resultado territorial. Por ejemplo, Alemania y Nueva Zelanda tienen distritos electorales uninominales para sus representantes territoriales, lo que crea resultados super desproporcionales y distorsionados, y por ende la mitad de sus Congresos están compuestos por escaños nacionales para poder ajustar esta desproporcionalidad. En cambio, en lugares donde el resultado territorial se hace por circunscripciones plurinominales, la cuales mayormente son medianas y grandes, como en Suecia, Noruega, y Dinamarca, solo el 11 o 22% de los escaños son nacionales, ya que el resultado territorial es lo suficientemente proporcional para que estos sean suficientes.
Por ende, para hacer nuestro sistema proporcional y democrático, sin necesitar 100 curules nacionales (y todos los problemas logísticos y de representatividad que esto podría conllevar), es necesario crear circunscripciones regionales, porque mientras más alta sea la cantidad de escaños por circunscripción, más proporcional es su resultado, y entonces solo se necesitaría alrededor de 20 escaños nacionales para crear un resultado lo más proporcional y democrático posible (incluso si se reducen los escaños a 137).
Conclusión
La discusión de las injusticias del sistema electoral actual y la introducción de una posible reforma constitucional, han abierto un camino para poder mejorar nuestra representación congresional. Pero esta oportunidad debe ser aprovechada, no para vender cuentos de reducción de costos como quiere hacer el gobierno, (lo cual se puede hacer de decenas de otras maneras, como la eliminado el cofrecito y barrilito), sino para avanzar hacia una mejor representación de la voluntad de los votantes, lo que puede incidir en aumentar la participación ciudadana, debilitar las estructuras clientelistas y favorecer el surgimiento de fuerzas políticas alternativas. Esas mejoras incluyen cosas como cambiar el método de distribución y agrandar las circunscripciones permitiendo distritos electorales regionales.
Al final, esta discusión no es solo técnica sino fundamentalmente política. Alzando la voz, organizándonos y movilizándonos como defensores de nuestros derechos democráticos, podemos impedir una reforma constitucional que agrave las distorsiones antidemocráticas actuales y que permita más bien avanzar hacia un sistema electoral más justo y más democrático.
Resumen en video
Un comentario en “La reforma constitucional: un peligro antidemocrático”