Victor Le Rétif
Ilustración: Imad Abu Shtayyah, We will rise
You that never done nothin’
But build to destroy
You play with my world
Like it’s your little toy
Bob Dylan
El 7 de octubre, Hamás inició una operación militar fuera de Gaza, en territorio del sur de Israel. El ataque estuvo muy organizado y con el uso de topadoras, parapentes y equipos de vuelo improvisados salieron del campo de concentración y derribaron parte de los muros que los separan de Israel. Atacaron puestos militares, aldeas, una sala de conciertos al aire libre y kibutzim, lanzaron miles de cohetes semiartesanales. Según el Estado israelí, 1400 israelíes murieron como resultado del ataque, otros resultaron heridos y otros fueron tomados como rehenes. Hasta donde es posible verificar en la prensa, esa cifra abarca en su mayoría a soldados, policías y colonos armados, pero además incluye tanto palestinos con ciudadanía israelí que murieron por los cohetes lanzados desde Gaza, como civiles israelíes muertos por fuego de las tropas israelíes, tal y como ha evidenciado el testimonio de al menos una sobreviviente. Por primera vez en mucho tiempo, el mundo estaba mirando. El gobierno ultraderechista de Israel, por supuesto, respondió con el bombardeo de zonas residenciales dentro de Gaza de inmediato. Cuando nos enfrentamos a un acto de violencia, es difícil evaluar objetivamente las necesidades y los medios de tales acciones y su contexto histórico. Humildemente intentaré hacerlo.
La propaganda de los “no provocados”
Desde el momento en que salió a la luz la noticia del ataque en el sur de Israel, los engranajes de la maquinaria propagandística comenzaron a girar. Sonaron una y otra vez los habituales parlantes hablando de los males de Hamás después de la operación denominada iInundación de Al-Aqsa. Los epítetos habituales se tiran al viento, son “terroristas”, “bestias” y “animales”, acompañados de noticias falsas de decapitación de bebés o violaciones masivas, posteriormente desmentidas por sus propagadores. Sin embargo, un término que llama inmediatamente la atención es el de «no provocado». El embajador adjunto de Estados Unidos, Robert Wood, dijo después de una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad que los acciones fueron una «invasión no provocada y ataques terroristas». Casi palabra por palabra fueron los comentarios hechos por el miembro de la Knesset, Danny Danon, en los habituales medios corporativos (CNN, MSNBC, FOX, etc.). La maquinaria propagandística adquirió un tono goebbelsiano cuando el embajador israelí ante la ONU, Gilad Erdan, comparó a Hamás con los «Escuadrones de la Muerte Nazis». ¿Podría hablarse de violencia no provocada cuando ha habido un bloqueo ilegal y ataques militares contra Gaza desde 2007 que numerosos académicos han caracterizado como genocida o con elementos genocidas? ¿Qué decir del asesinato impenitente de palestinos en Cisjordania, que representa uno por día sólo este año, o la arrogancia de los colonos al profanar lugares de culto tanto cristianos como musulmanes, o la construcción sin precedentes de asentamientos ilegales, o la quema de olivares, la demolición de edificios, el asesinato de periodistas, el encarcelamiento de niños, el bombardeo de hospitales, o una lista ya increíblemente larga de masacres, asesinatos y ataques militares con fines de limpieza étnica desde 1948? Si estos son los estándares para considerar un ataque como «no provocado», entonces el lenguaje ha colapsado sobre sí mismo de manera orwelliana. Francesca Albanese, relatora especial de la ONU sobre los territorios palestinos, dijo sobre el ataque que «las organizaciones de derechos humanos han dicho todo el tiempo que seguir oprimiendo con total impunidad conduciría a una catástrofe, y esto es lo que está sucediendo».
Los diplomáticos y mandarines no son los únicos que pertenecen a los engranajes de la maquinaria propagandística. La mayoría de los medios corporativos estadounidenses intentan distraer la atención de las condiciones que produjeron la operación militar. Sus intentos, a menudo infantiles, esconden algo más nefasto: la idea de borrado, de eliminación de la historia, de silenciar a las víctimas y crea una visión de aquellos que enfrentan la ocupación colonial y el apartheid como «el otro». Al negar toda racionalidad o contenido político la violencia de todas las facciones de la resistencia palestina, al reducir todas sus acciones al puro nihilismo, la máquina de propaganda está intentando deshumanizar a un sujeto histórico y silenciarlo, al mismo tiempo que pretende legitimar el genocidio y la limpieza étnica como actos racionales de legítima defensa israelí. En esta orientación se enmarcan las equiparaciones entre Hamás e ISIS, aunque son en realidad dos fuerzas políticas enemigas, estando Hamás más relacionada con los Hermanos Musulmanes, una fuerza política de masas del islamismo burgués.
Si bien las decenas de víctimas civiles desarmadas israelíes y las miles de víctimas civiles palestinas no se deben principalmente a errores o “daños colaterales” sino a las respectivas doctrinas político-militares de Hamás e Israel, a nadie puede escaparse, sobre todo en el mundo semicolonial, la absoluta desproporción de medios militares entre los colonizadores, una potencia nuclear armada y financiada por EEUU y la Unión Europea, y los colonizados cuya “fuerza aérea” consiste en unos pocos parapentes. Esto trae a la memoria la conversación entre un periodista y el miembro fundador del FLN argelino, Larbi Ben M’hidi. Cuando el periodista preguntó: ¿No te da vergüenza poner bombas en las cestas de tus mujeres? M’hidi respondió: «Dame tus aviones. Yo te daré mis cestas».
El ascenso de Hamás o cuentos de un Golem moderno
Aunque Hamás encabezó el ataque, la mayoría de las organizaciones palestinas como el FPLP, Lion’s Den, la Jihad Islámica Palestina, entre otras, apoyaron los eventuales actos de resistencia en Gaza.
Está ampliamente documentado, y admitido públicamente por políticos israelíes, que el fortalecimiento de Hamás fue favorecido durante años por el Estado israelí. Israel comenzó a permitir el financiamiento grupos islamistas marginales en Gaza a finales de los años 70 como parte de una política de divide et impera en el liderazgo palestino, que en ese momento estaba más unificado bajo la OLP y el partido secular y nacionalista Fatah liderado por Arafat. El Estado israelí empezó a dar dinero a un clérigo casi ciego llamado Sheikh Ahmed Yassin y a su organización Mujama al-Islamiya, que sería la precursora de Hamás. Avner Cohen, ex funcionario israelí que se ocupaba de los asuntos religiosos en Gaza dijo una vez: «Hamás, para mi gran pesar, es creación de Israel». Todavía en 2019, Netanyahu hablaba de apoyar a Hamás como continuación de esa política; le dijo a un miembro del partido Likud en el Knesset que «cualquiera que quiera frustrar el establecimiento de un Estado palestino tiene que apoyar el refuerzo de Hamás y la transferencia de dinero a Hamás».
El razonamiento de Netanyahu es que el proyecto de un Estado teocrático palestino tendría menos respaldo internacional que un Estado palestino laico y democrático. El proyecto no realizado ni realizable de un Estado islamista palestino serviría así para fortalecer al Estado racista israelí, basado en el exclusivismo etnorreligioso, luego de que la OLP renunciara a su programa histórico de construir un solo Estado en toda la Palestina histórica, democrático, laico y no racista, que sigue siendo la fórmula que apoyan los socialistas para garantizar el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino y el derecho al retorno y a la ciudadanía de los refugiados expulsados y expropiados por Israel desde 1948.
Está claro que el ascenso de Hamás a su actual condición de principal dirección política palestina no sólo se debe a las maquinaciones clandestinas del Estado de apartheid, también se debe en gran parte al fracaso de la OLP y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) a la hora de proteger a los palestinos y promover su liberación en los últimos 30 años. Después de la reacción termidoriana, más conocida como los Acuerdos de Oslo, en 1993 (que el propio Edward Said llamó un «Versalles palestino»), la ANP se fue convirtiendo en un apéndice colaboracionista del Estado de Apartheid y en un instrumento de la ocupación. El liderazgo calcificado del octogenario Mahmoud Abbas se ha mostrado una y otra vez dispuesto a reprimir a la propia población palestina en Cisjordania para sofocar su resistencia contra el apartheid israelí o sus denuncias contra la corrupción y el autoritarismo de la ANP. Claro, la ANP emite sus condenas cuando Israel incurre en crímenes de guerra y todavía funciona como la cara internacional de los palestinos, pero es prácticamente irrelevante. Noura Erakat, abogada de derechos humanos y autora del libro Justicia para algunos: la ley y la cuestión de Palestina, dijo en una entrevista con Democracy Now: «La autoridad palestina se ha convertido en un brazo y una extensión de la ocupación en su labor policial, en su supresión de la libertad de expresión, desgarrando el tejido de la vida social, nacional y política palestina para hacer lo que hace la mayoría de las personas en el poder, que es preservar ese poder. Ni siquiera han respaldado el BDS tal como se expresó en el llamado del BDS de 2005 porque para ellos eso socavaría su autoridad para liderar su propio Estado».
Objetivos claros
La operación iInundación de Al-Aqsa llevada a cabo por Hamás podría parecer a algunos un acto puramente nihilista nacido de la ira, pero había objetivos políticos. Algunos de ellos, se lograron al menos parcialmente. El portavoz de Hamas, Khaled Qadomi, dijo a Al-Jazeera: «Queremos que la comunidad internacional detenga las atrocidades en Gaza, contra el pueblo palestino, nuestros lugares sagrados como Al-Aqsa. Todas estas cosas son la razón detrás del inicio de esta batalla». Los objetivos son diferentes de las razones. No podemos asumir que el objetivo político del ataque sería la liberación de Palestina en su conjunto, las condiciones asimétricas de poder son demasiado grandes y se requiere más que una operación militar para obligar al Goliat a arrodillarse ante las demandas de los palestinos.
Uno de los objetivos que parece evidente era detener el proceso de normalización entre algunos gobiernos árabes e Israel, ya que sin el apoyo formal y material de las naciones árabes las condiciones para la liberación de los palestinos resultan imposibles. El Primer Ministro Netanyahu afirmó en su alocución ante la Asamblea General de la ONU que uno de los objetivos del proceso de normalización es la construcción de estabilidad y seguridad en Medio Oriente. La operación muestra que a pesar de los deseos unilaterales de los colonizadores israelíes de considerar las demandas palestinas irrelevantes y la noción de que silenciarlas ante la comunidad internacional traería mayor seguridad en la región, sin liberación palestina la región nunca conocerá la paz. Este objetivo se cumplió plenamente. El pasado 14 de octubre tanto en Riad como en Washington D.C. se frenó el diálogo entre Arabia Saudí e Israel en materia de normalización. El ministro saudí de Asuntos Exteriores afirmó en un comunicado su «rechazo categórico a los llamamientos al desplazamiento forzado del pueblo palestino de Gaza, y su condena a los continuos ataques contra civiles indefensos allí». Esa política de normalización de relaciones entre regímenes autoritarios y corruptos árabes e Israel es rechazada por la enorme mayoría de sus pueblos, y ante las masacres israelíes se torna potencialmente desestabilizador proseguirla. Eso explica que los gobiernos árabes, ante las movilizaciones de sus pueblos, tengan que dar marcha atrás a la normalización con el apartheid israelí.
Otro objetivo de la operación era demostrar que a pesar de las condiciones asimétricas de poder, de poderío militar, de los miles de millones de dólares en ayuda militar otorgados a Israel por los EE.UU., de los programas de espionaje y vigilancia más avanzados que Israel pueda tener, todavía pueden ser vulnerables.
Fue un ataque a la arrogancia, a una de las locuras más antiguas del hombre de proporciones griegas: la hubris. En los últimos años Israel se ha posicionado como invencible y libre de consecuencias, ¿quién los culparía? Cada vez que comenzaba una nueva agresión contra los palestinos, o se perpetraban asesinatos de periodistas, desalojos forzosos y crímenes descarados contra la humanidad, Israel actuó con total impunidad. En su arrogancia se movieron aún más hacia la derecha. El nombramiento del ultranacionalista Itamar Ben-Gvir en el gobierno israelí es una muestra de esta arrogancia. La aprobación de más de 12.000 nuevos asentamientos en Cisjordania es una muestra de esta arrogancia. La violencia de los colonos y la profanación de lugares de culto tanto cristianos como musulmanes es una muestra de esta arrogancia. ¿Quién los detendría? Aunque hubo condenas de las organizaciones de derechos humanos y de la izquierda internacional, Israel continuó sus ataques a la libertad, desenfrenados, insaciados e incesantes durante todo el tiempo que quisieron. Las máquinas de guerra están ahora estacionadas en las fronteras de Gaza e Israel ha buscado un gobierno de unidad nacional con gente como Yair Lapid y Benny Ganz, que no son en absoluto moderados en lo que respecta a las cuestiones palestinas. Itamar Ben-Gvir está armando a los colonos en Cisjordania para que cometan todo tipo de pogromos racistas. La mayoría de los israelíes consideran que Netanyahu debe renunciar de inmediato, y otra porción importante cree que debe ser destituido al culminar la guerra. Recordemos que en 1973 otro conflicto forzó la renuncia de Golda Meir.
La incapacidad de la ANP para confrontar a Israel en plena ofensiva genocida tanto en Gaza como en Cisjordania la ha hundido en un desprestigio aún mayor, mientras que se fortalecen los liderazgos que participan en la resistencia, principalmente Hamás.
Impulsos reaccionarios
No fue una sorpresa que Israel emprendiera castigos colectivos masivos y genocidas. Las bocas sanguinarias y salivantes de las FDI y del establishment político israelí se hubieran sentido perfectamente como en casa en los pasajes más sádicos de Tito Andronico de Shakespeare. En menos de una semana se han lanzado más de 6,000 bombas sobre Gaza. Al momento de escribir estas líneas, más de 7,500 palestinos han sido asesinados, 3,500 son niños, cientos asesinados en el bombardeo del hospital Al Ahli, 10.000 han sido heridos. Cifras que aumentan cada minuto que pasa. Varias fuentes han confirmado los informes sobre el uso de fósforo blanco. Israel ha cortado toda la energía y el agua, e impide el ingreso de alimentos y medicinas. La mayor parte de la infraestructura hídrica ha sido destruida, poniendo efectivamente en peligro la vida de miles de personas. Se han atacado zonas residenciales, lugares de culto y escuelas. El gobierno israelí ha instado a la mayoría de la población del norte de Gaza a desplazarse, cifra que asciende a 1,1 millones de personas, lo que trae oscuros ecos de la Nakba y de la evacuación forzosa de más de 700.000 personas. Mientras que el gobierno israelí insta a la gente a alejarse de estos centros, también bombardean las supuestas rutas seguras señaladas para viajar al sur. Israel ha bombardeado dos de los túneles que conectan Gaza con Egipto. Gaza se ha convertido en una ciudad de escombros, una ciudad en ruinas mientras el colonialismo sionista delira con un Dios abrahamánico vengativo, del Dios de Sodoma y de Job y de Babel, un dios antiguo y brutal. Al mismo tiempo, más de cien palestinos han sido asesinados en Cisjordania a manos de los colonos y las FDI.
EE.UU., el amo imperial de Israel ha prometido un apoyo inequívoco durante estos ataques añadiendo a los 3.000 millones de dólares en ayuda militar que envían anualmente un mayor alijo de municiones y la presencia en la zona de buques de la Armada y portaaviones con el armamento más avanzado, lo más parecido a un cheque en blanco. La Comisión Europea y su dirigencia corporativa e imperialista dijeron al principio que congelarían todos los pagos a los palestinos como respuesta a Hamás, pero luego dieron marcha atrás cuando encontraron cierta resistencia por parte de países como Irlanda y España. Sin embargo siguen dando apoyo incondicional al genocidio que perpetra Israel.
Ante el creciente apoyo popular a la causa palestina en EE.UU. y Europa, crecen los ataques a las libertades democráticas y la libertad de expresión. Empresas estadounidenses y capitalistas buitres han exigido a instituciones como Harvard que divulguen el nombre de los estudiantes que firmaron una carta en apoyo al pueblo palestino, para asegurarse de no contratarlos en el futuro. El Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad de Nueva York tomó medidas para destituir a su presidenta, Ryna Backman, por condenar la violencia perpetrada por Israel. Los periodistas y presentadores musulmanes Mehdi Hasan, Ayman Mohieddine y Ali Velshi, fueron suspendidos de MSNBC, tras el inicio del conflicto, después de haber hecho críticas moderadas a Israel en tanto Estado de apartheid. Suella Braverman, Ministra del Interior del Reino Unido, dijo a altos funcionarios de policía que ondear una bandera palestina puede constituir un delito penal. En Francia se han prohibido las protestas en solidaridad con Palestina, se ha abierto una investigación a un partido de izquierda, el NPA, por apoyar al pueblo palestino, y hasta se habla de quitarle la nacionalidad al futbolista Benzema. En Alemania la represión a la solidaridad con Palestina, incluso por parte de personas judías, ha recordado a muchos las propias políticas represivas israelíes. Habiendo perdido la batalla por convencer, intentan desesperadamente censurar cualquier forma de crítica contra Israel.
La dialéctica del dolor
Después de lo que incluso el ex presidente Jimmy Carter llamó las elecciones más justas de la región, Gaza cometió un error horrendo a los ojos de Israel: ganó el partido equivocado. A partir de ese momento, Israel ha participado en continuos ataques y masacres contra Gaza. Los patrones que siguieron fueron siempre los mismos: un alto el fuego, Hamás respetaría el alto el fuego, Israel continuaría atacando a los palestinos, poniendo fin efectivamente al alto el fuego, Hamás reaccionaría e Israel llevaría a cabo una nueva masacre. El bloqueo ha hecho que el comercio sea casi imposible. Israel restringe los alimentos que ingresan a Gaza y ha limitado su capacidad de pescar. Los dirigentes israelíes llaman a esto «una dieta», un sistema en el que a los habitantes de Gaza se les permite estar ligeramente por encima del nivel de inanición. En ocasiones, Israel bloqueó la entrada de chocolate, papas fritas y pollitos a Gaza. Cerca del 50% de los habitantes de Gaza están desempleados, la ONU ha calificado una y otra vez la situación como una crisis humanitaria. La mayor parte de su infraestructura ha sido atacada una y otra vez e Israel ha bloqueado los esfuerzos de reconstrucción, impidiendo la entrada de cemento a Gaza. Existe un alto porcentaje de desnutrición aguda en niños menores de cinco años. A Gaza se la ha llamado una «prisión al aire libre», pero el apodo podría resultar demasiado pequeño. Gaza podría ser más apropiadamente lo que el renombrado sociólogo israelí Baruch Kimmerling alguna vez llamó «el campo de concentración más grande del mundo». La población palestina se encuentra en un constante Estado de emergencia o, como Agamben lo describe, un «estado de excepción» donde la legalidad es infructuosa, no solo por la brutal represión del apartheid israelí sino también por el autoritarismo que ejerce Hamás.
Todavía recordamos el levantamiento del Gueto de Varsovia como un gran momento de resiliencia ante la opresión absoluta, pensamos en estos hombres y mujeres como héroes y en su causa como verdadera, honesta y valiente. Deberíamos hacerlo, pero ¿cómo es posible negar el mismo derecho a resistir a los palestinos? La violencia que estalló el 7 de octubre no puede percibirse como la acción de dos Estados en guerra; las acciones de ese día se parecen más a una rebelión de esclavos y, como tales, no están sujetas a los mismos parámetros. Hemos visto en este tipo de luchas de liberación que ha habido bajas civiles y, en ocasiones, de carácter brutal. La rebelión de esclavos más grande que vio Estados Unidos fue la de Nat Turner en 1831. Muchos blancos murieron y cuando se le pidió que condenara las acciones de Turner, el famoso abolicionista y editor del periódico The Liberator, William LLoyd Garrison, dijo: «Nat Turner y sus compañeros, a imitación de Washington y los héroes revolucionarios, apelaron a las armas para liberarse de la esclavitud».
C.L.R James en su libro Los Jacobinos negros, habla de la violencia indiscriminada contra los propietarios de plantaciones francesas en vísperas de la liberación haitiana: «La crueldad de la propiedad y los privilegios son siempre más feroces que las venganzas de la pobreza y la opresión. Porque una apunta a perpetuar la injusticia resentida, la otra es simplemente una pasión momentánea que pronto se apacigua». Es decir, todas las acciones, violentas o de otro tipo, en el marco de la liberación son simplemente un subproducto de la agresión inicial del colonizador. También se hace eco de ello el consejo editorial del periódico liberal israelí Haaretz cuando escribe: «El desastre que azotó a Israel en la festividad de Simjat Torá es claramente responsabilidad de una sola persona: Benjamín Netanyahu. El primer ministro, que se ha enorgullecido de su vasta experiencia política y su sabiduría irreemplazable en materia de seguridad, no identificó en absoluto los peligros a los que conducía conscientemente a Israel al establecer un gobierno de anexión y desposesión, al nombrar a Bezalel Smotrich e Itamar Ben- Gvir a posiciones clave, mientras adoptaba una política exterior que ignoraba abiertamente la existencia y los derechos de los palestinos». El veterano periodista judío Gideon Levy también ha constatado algo parecido: “Detrás de todo esto está la arrogancia israelí. Pensamos que tenemos permiso para hacer cualquier cosa y suponer que nunca pagaremos ni seremos castigados. Y pensamos que seguiremos y nada nos interrumpirá. Arrestaremos, mataremos, abusaremos, despojaremos, protegeremos a los colonos y sus pogromos, iremos a la tumba de José, a la tumba de Ot’niel, al altar de Josué, todo en los territorios palestinos, y por supuesto al Monte del Templo —más de 5.000 judíos sólo en Sucot—. Dispararemos a inocentes, les arrancaremos los ojos y les destrozaremos la cara, los expulsaremos, expropiaremos, robaremos, los secuestraremos de sus camas, los someteremos a limpieza étnica y, por supuesto, continuaremos con el increíble asedio a Gaza. Y supondremos que todo seguirá como si nada.”
El fuego esta vez
Los tanques se acumulan afuera de los muros del campo de concentración preparados para un nuevo acto de genocidio. Es una sensación extraña ver a la mayoría de los gobiernos cómplices sentarse plácidamente mientras nosotros nos encontramos en la antesala de una masacre, como ver los planes de un asesino en serie en la televisión por satélite. Marx escribió en el Manifiesto Comunista: «El hombre libre y el esclavo, el patricio y el plebeyo, el señor y el siervo, el maestro gremial y el oficial, en una palabra, el opresor y el oprimido, estaban en constante oposición unos contra otros, llevando adelante una relación ininterrumpida, ahora oculta, ahora lucha abierta, una lucha que cada vez terminó, ya sea en una reconstitución revolucionaria de la sociedad en general, o en la ruina común de las clases en pugna”. No sé cuál será el resultado de esta lucha, a diferencia de Marx no tengo la confianza teleológica de las últimas batallas de la historia. La batalla de Argel fue una derrota rotunda para el FLN, pero puso en marcha la liberación definitiva de Argelia. Los “logros militares” del apartheid sionista igualmente pueden abonar a la derrota política de su proyecto genocida. La maquinaria de propaganda colonialista ya está siendo derrotada. Las protestas en todo el mundo han acumulado cifras récord en su solidaridad internacionalista con Palestina. Más de 500 miembros de la organización Voz Judía por la Paz, fueron arrestados en Washington D.C. por exigir el fin de la opresión palestina. En todas partes del mundo, sobre todo en los países árabes, vemos a millones de personas que anhelan ser libres y también exigen la libertad de Palestina. Entienden el viejo lema de la IWW: «un daño a uno es un daño a todos». En América Latina a veces nos referimos a los actos o momentos de liberación como gritos. El grito de Gaza es el mismo grito de Sandino en 1934 ejecutado junto a su hermano en La Reynaga. Este es el grito de Emiliano Zapata, traicionado en Chinameca. Este es el grito de Hatuey, atado a un tamarindo incendiado. Sí, son momentos agónicos, momentos de represión y violencia pero el eco de estos gritos se manifiesta en la futura liberación. Ahora más que nunca debemos unirnos a la solidaridad internacional contra la ocupación sionista y el apartheid contra los palestinos, demoler todos los muros, derribar todas las vallas, atrevernos a ser utópicos. Francis Jeanson, conocido por su colaboración con el FLN durante la independencia de Argelia, escribió a Sartre en el exilio: «Cuando las cosas han llegado a tal punto ya no hay lugar para un tercer campo; uno está con un lado o con el otro». En este caso, de un lado están el imperialismo estadounidense y europeo y el apartheid israelí, del otro el pueblo palestino y la promesa de una nueva primavera árabe que barra con el colonialismo y con los regímenes autoritarios y corruptos. No es posible la neutralidad.